miércoles, 3 de enero de 2018

LA SANGRE DERRAMADA.


Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión. Hebreos. 9:22
Hay centenares de himnos cristianos que ensalza la sangre derramada de Jesucristo. Es un tema constante en las iglesias cristianas en su mayoría protestantes. Es en muchas ocasiones el tema central de un sermón. 

Si pudiésemos mira a través del tiempo veríamos la sangre de Cristo, manando sobre su frente, sus manos y sus pies. Observaríamos su espalda flagelada y sus sienes con heridas sangrantes por las crueles espinas, mientra pendía de la cruz, es un símbolo de una realidad cruel y difamante de la crueldad del hombre “bestia” Que no tiene sentido da la justicia ni de la verdad. 

La madre presencio tan grande crueldad del hombre. No hubo mano compasiva que enjugase el rocío de muerte de su rostro, ni se oyeron palabras de simpatía y fidelidad inquebrantable que sostuvieron su corazón humano. 

Jesús oraba por sus enemigos: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. 

Si esos hombre hubiesen sabido que estaban torturando a Aquel que había venido a salvarlos el remordimiento y el horror sería inimaginable. 

El hombre de oí día cuantas veces torturamos a Cristo en diferentes formas, y no somos conscientes de ello. 

Aunque la sangre es un sin bolo de la muerte de Jesús, “sin derramamiento de sangre no hay perdón de pecado”. El mayor ejemplo lo tenemos en la cruz, la petición del ladrón. El Espíritu Santo iluminó su mente y poco a poco se fué eslabonando la cadena de la evidencia. 

Vio a Jesús magullado, escarnecido y colgado de la cruz, vio Al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. La esperanza se mezcló con la angustia en su voz, mientras que su alma desesperada se aferraba de su Salvador moribundo. “Señor acuérdate de mí –exclamo cuando vinieres en tu reino”. (DTG.696-698). 

A lo largo de los siglos, a habido hombre y mujeres que en el último momento clamaron a Jesús, hombres sinceros y temerosos de Dios Omnipotente. Muchos crucifican a cristo por sus ideales, por las cosas de este mundo, por los afanes de la vida. 

No miran a la cruz, hacen sus propias obras creyendo que se salvaran, ¡cual lejos esta de Cristo! 

Cristo murió y sufrió en mi lugar, que fue la muerte segunda, es la separación del Dador de la vida. Cristo nunca se separa de nosotros, somos nosotros que nos separamos de El. 

Vallamos al trono de la gracia, para demandar el oportuno socorro. Os invito a ir ante Jesús, no importa cual sea tu condición. El te ama, y quiere que este a su lado.


[Os pido que oréis por mi, tengo una alergia que me ataca todo el cuerpo y los ojos, y no tengo ganas de hacer nada. Os ruego humildemente que oréis por mi, para que siga haciendo esta obra. Que Dios os bendiga.]
Maranata:
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