sábado, 20 de enero de 2018

IR HACER DISCÍPULOS.


Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándoles en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Mat. 28: 19.
La historia del predicador cristiano David Livingstone es digna de mencionar. Esta enterrado en la Abadía de Westminster, en Londres. 

Este hombre había tomado seriamente la comisión de llevar el Evangelio a las personas de Asia en el Pacifico Norte, que conocemos como Corea del Sur, China y Japón. 

Livingstone quería ir a China pero el Señor cerro las puertas y le abrió otra en el gran continente Africano. Su ministerio ha inspirado a miles de hombres que han dado su vida en estos campos misioneros. 
Livingstone nació en Blantyre, Escocia, y a la edad de diez años comenzó a trabajar en fabrica de algodón para ayudar a sostener a su familia. 
Sus padres, nos dice él, le habían enseñado la palabra de Dios y la salvación gratuita que ello conlleva gracias a la expiación de nuestro Señor Jesucristo, pero el cambio que se realizo en su vida cuando el Espíritu Santo lo indujo fue a aceptar esto, fue dramático para él. 

“El cambio fue como lo que podría suponerse que ocurriera si fuese posible currar en un caso de 'ceguera' “ , escribió en su libro que más tarde se convirtió en un best-séller. 

“La perfecta gratitud con la cual se ofrece en el libro de Dios es el perdón de nuestras culpas, sin dar nada a cambió [en mi] sentimientos de afectuoso amor hacia Quien nos compro con su sangre, y un profundo sentido de obligación hacia él. (J.H. Worcester en The Life of David Livingstone; p. 8). 

Ya explicamos en otra matutina la vida de este hombre que sirvió durante 30 años en Africa como misionero, bautizo a muchos. El Espíritu Santo lo uso como instrumento en su mano quien lo capacito para esta gran obra. 

Un año antes de morir en 19 / 3/ 1872 escribió estas palabras “Mi Jesús, mi Rey, mi vida, mi todo; nuevamente te consagro todo mi ser, Acéptame y concédeme, oh bondadoso Padre que antes de este año concluya mi tarea” (Id., p. 97). 
Muchos hombres y mujeres, son usados cada día por el poder del Espíritu Santo, para llevar su obra adelante. 

¡Ojala todos fuésemos usados para terminar la obra de Dios en la tierra. 

Pidamos con humildad el derramamiento del Espíritu Santo, para que seamos todo su pueblo ungido con ese poder. Dios da a cada uno un talento, usemos lo para su gloria. 

Creo en ese reavivamiento del pentecostes, para finalizar la obra en la tierra. Pronto veremos en las nubes la Majestad de Cristo glorificado. Amen.  
Maranata.
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