domingo, 14 de enero de 2018

EL DIOS SANTO DE ISRAEL.


El uno al otro daba voces, diciendo: Santo, Santo, Santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de tu gloria. Isaías 6:3
Este texto me recuerda a la grandeza del universo, cada vez que escribo algo en el blog de “Viajes a través del tiempo” pienso en la grandeza de Dios y como deven gozar los ángeles alabando a Dios. 

Los ángeles que rodean el trono de Dios siente
profundamente el principal atributo divino: la perfecta santidad de carácter. Juan en su visión ve el trono de Dios y a los ángeles que clamaban: “Santo, santo, santo es el Señor Dios Todo Poderoso” (Apoc. 4:8). 

Dios procura impresionar a Isaías y Juan el concepto de su santidad, a fin de que el profeta siempre colocara ante su pueblo este atributo del carácter divino, para que pudiera sentirse estimulado a apartarse de sus pecados y aspirar a la santidad. 

“¡Qué lejos esta esto de nuestras iglesias!” Cristo hecho del templo a los que no tenían respecto en su casa!” “Casa de oración es la casa de Dios” 

Yo me pregunto: “¿Como puede trabajar el Espíritu Santo en su pueblo si no hay reverencia?” 

La percepción de la gloria y de la santidad de Dios induce al hombre a humillarse ante él. En este tiempo cuando las tinieblas están cubriendo las naciones por una guerra nuclear, el pueblo duerme. Isaías esperaba con ansiedad la hora cuando la gloria de Dios cubriese todo la tierra. 

Nosotros esperamos con ansiedad el derramamiento del Espíritu Santo, para llenar la tierra del conocimiento de su Palabra. ¡No nos engañemos! Si en la casa de Dios no hay respecto, y nos ponemos hablar, como dice el refranero: baja la persiana y márchate. 

La santidad ante la presencia de un Dios santo, no la comprendemos, la decimos, pero no lo hacemos. Los ayes de Isaías sobre los pecadores del pueblo de Dios están presentes. (cap. 5:8-30). 

Deberíamos estar llenos de pavor, al encontrarnos con nuestro Dios Santo cada Sábado, debemos sentir nuestras limitaciones y imperfecciones de nuestro carácter. 

Creo sinceramente que pasaremos por la misma experiencia que han pasado los profetas, cuando nos demos cuenta de nuestro carácter. 

Jesús vino a revelarnos cada aspecto de la gloria del Padre ya que es importante que la conozcamos. 

Pero no nos intimidó, ni atemorizó, ni nos provocó repulsión. Porque la gloria de Dios no se centra en su poder consumidor; se centra en las cualidades de su carácter.Y su carácter es irresistiblemente atractivo. 

Jesús vino para mostrarnos el abismo entre nosotros y nuestro Padre no es por su elección, ni desea que se mantenga. La elección de mantener la relación es nuestra.

[Os pido que oréis por mi, tengo una alergia que me ataca todo el cuerpo y los ojos, y no tengo ganas de hacer nada. Os ruego humildemente que oréis por mi, para que siga haciendo esta obra. Que Dios os bendiga.]

Maranata:





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