martes, 11 de diciembre de 2018

EL GRAN REGRESO DEL CIELO


Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Jun.6.40
Yo soy el pan de vida”, El Autor, Alimentador y Sustentador de la vida eterna y espiritual. 

Cristo se presenta así mismo como el símbolo del pan celestial. 

El comer y beber representa la amistad estrecha con Cristo. Es cuando nos aferramos a él como nuestro Salvador. Una vez aclarado este punto, la completa sumisión de Jesus a su Padre es para el creyente una seguridad de que todo lo que Jesús hace por su pueblo tiene su origen en el amante corazón de Dios. 

La voluntad del Padre es salvar al pecador. Pero la pregunta va más aya de nuestra compresión. El deseo del Padre no sólo es que los pecadores vayan a Cristo, sino que su propósito se extiende hasta la consumación del plan de salvación cuando por la gracia de Dios todos ustedes y yo resucitemos para gloria de Jesús.

En el verso 37 se establece una verdad general, y después se hace una aplicación especifica de esa verdad al caso del hombre que viene a Cristo, en el verso 39 se establece la misma verdad en un sentido más amplio, y en el verso 40 se aplica esa verdad al caso especifico de cada uno que ve a Jesús y cree en él. 

El Padre nos da la seguridad de que su Hijo recibirá todas las cosas que le corresponde, y nos asegura que cada uno que cree en el Hijo será individualmente resucitado por él cuando finalmente llame a los suyos. 

Los judíos o fariseos tenían una rigidez mental que les impidió comprender la verdadera razón que Cristo era el pan de vida, ya que hicieron la pregunta equivocada, y de este modo no pudieron entender la respuesta de Cristo. 

Preguntaron los fariseos: “¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?” “Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado”. La respuesta iba al meollo de la cuestión: 

¿Cuán útil es practicar una nueva conducta, sin una nueva relación con el Maestro? Cuando una religión es orientada a las obras y ha sus propios méritos, nunca comprenderán el amor de Dios. 
El Espíritu Santo no podía trabajar con una mentalidad así, hoy pasa lo mismo. 

Jesús sabía que el Padre no le impresionaba una bondad autofabricada. 

Jesús anhelaba profundamente que los que oyen comprendan que cualquier mejoría genuina de la condición humana se produciría sólo cuando mantuvieran una unión personal y feliz con el Creador. 
En verdad, “todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tiene vida eterna” 
MARANATA.
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