martes, 4 de diciembre de 2018

EL ESPEJO EN LA PARED

Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor. 2º Cor. 3:18.
Jerónimo vivía en Jerusalén aya por el año 400 d.C. Sabía latín, este era y sigue siendo un idioma muerto,ya que sólo lo hablan los sacerdotes de la I.C.A. R. Se le ocurrió hacer o traducir la biblia hebrea al latín. 

Con tal buen éxito que ha llegado hasta nuestros días. El pensaba. Que, “El rostro es el espejo de la mente, y los ojos, sin hablar, confiesan los secretos del corazón”. Los griegos y Romanos usaban el bronce pulido para verse la cara, estos eran usados cuando el sol estaba en su apogeo. 

El rostro se reflejaba en el bronce y daba el color de la cara como un bronceado. El contexto se inclina por ser “transformados” a la semejanza de Cristo es el resultado lógico de contemplarlo. 

Nuestras vidas son como el espejo que recibe la luz de cristo y la reflejan a otros. Así como el rostro de Moisés reflejaba la gloria de Dios en el Sinaí, así también nuestras vidas siempre deben de reflejar la gloria del Señor que brillan en el rostro del Salvador para un mundo perdido. 
¿Acaso parecía que Jesús era egoísta cuando prometió que el Espíritu lo glorificaría a él? 

Es cierto que Jesús anticipaba su regreso a la gloria del Padre en su trono, pero su mayor esperanza y gloria era la de ser glorificado en sus seguidores aquí en la tierra (Jun.17:10, 21-22).

Pero esa transformación no es física, es espiritual, pero la gente verán en nosotros la imagen de Dios, por la paz, por la amabilidad, por el amor entre los hermanos, y el amor al prójimo, y por la cortesía con la gente. 

Pero todo esto se consigue a través del Espíritu Santo. Cuando un cristiano lleno del Espíritu Santo se mira en un espejo, sólo ve arrugas, canas, y un poco envejecido. 

Pero cuando los demás lo miren, verán la imagen reflejada en el, por sus carácter y su amabilidad. Esa diferencia que ven los demás, es causada por la transformación del Espíritu de Dios en el (1º Cor. 2:16).

El rostro del cristiano mostrará una franqueza especial, una libertad que el mundo no la da, y verán el contraste entre el hombre y mujeres del mundo, y la de un cristiano convertido al Señor.(Rom. 12:2; Gal.4:19). 

La contemplación de la imagen de Cristo actúa sobre el rostro del cristiano. El cristiano más humilde que constantemente contempla a Cristo como su redentor, refleja en su propia vida algo de la gloria de Cristo. 

Si fielmente continua haciéndolo, ira “de gloria en gloria” en su experiencia cristiana y personal. (2º Ped. 1: 5-7). 
MARANATA. 
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