martes, 20 de agosto de 2019

SERÍAS UNA SOLA CARNE,


Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y allegarse ha a su mujer, y serán una sola carne Génesis 2:24.
Las palabras de este verso no pueden considerarse como una declaración profética de Adan, sino más bien como la palabra de Dios mismo. 

Son parte de la declaración hecha por Dios acerca de la ceremonia matrimonial entre hombre y mujer (Mat.19:4-5; DMJ 57).

Estas palabras expresan la más profunda unidad física y espiritual del hombre y la mujer, y presenta la monogamia delante del mundo como la forma de matrimonio establecida por Dios. 

“No hay ninguna otra clase de unión más que la establecida por Dios, entre un hombre y una mujer”. Pronto se acerca la fecha de San Valentin. (fiesta pagana que se celebraba en Roma y en Grecia). 

En muchos países en esta fecha, los comercios rivalizan por vende sus productos que simboliza el amor. 

Muchos de los productos sensibilizan y expresan profundos pensamientos de ternura y devoción. 

Pero creo que ese día tan especial el cristiano debería estar consagrado a Dios, meditando en cómo Dios nos ha bendecido. 

Es bueno recordar ese día tan especia para el matrimonio que Dios estableció. 

No obstante, el amor entre un hombre y una mujer es más que corazones rojos, caramelos y poesías. Conduce al matrimonio y a la familia, que es el custodio de las más elevadas realizaciones espirituales. 

Cuando dos esposos se aman, y se respetan es por qué Cristo esta en el medio, esto hace elevar los proyectos de ese hogar. Es el gozo anticipado de lo que nos espera cuando Cristo venga y nos traslade a la tierra prometida. 

En cierto modo, un hombre solo es un ser incompleto, y lo propio ocurre con la mujer. Es significativo que Cristo use este mismo pasaje en su vigorosa condenación contra el divorcio. (Mat.19:5). 

Mediante el amor y el matrimonio “ellos” se transforman repentinamente en “nosotros”, sin que la personalidad de cada uno se vea amenazada. Más bien cada uno se complementa en el otro. 

Jesús quiere matrimonios felices. El amor divino que emana de Cristo no destruye el amor humano, sino que lo incluye. Lo refina y purifica; lo eleva y lo ennoblece. 

El amor humano no puede llevar su precioso fruto ante de estar unido con la naturaleza divina y enderezado hacia el cielo. 

Jesús quiere ver matrimonios y hogares felices.

Con todos los otros dones confiados por Dios a la custodia de la humanidad, el casamiento fue pervertido por el pecado; pero es propósito del Evangelio devolver su pureza y su belleza. 

La gracia de Cristo es lo único que puede hacer de esta institución lo que Dios quiso que fuera: un medio de bendecir y elevar a la humanidad. (H.C. p.85).
MARANATA.
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Notificación: Estimados lectores de este blog. Estimados lectores de este blog. Por mi salud y por este proyecto Sal. 62:7.

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