jueves, 1 de agosto de 2019

LA FELICIDAD EN EL ESPÍRITU


Bienaventurado los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Mat. 5:3
Cada una de las bienaventuranzas pronuncia una bendición sobre el ser humano que la recibe. 

La palabra (makários) aparece nueve veces en los versos 3-11. 

Pero los versos 10-11 se refiere a los aspecto de la vida cristiana, y por lo tanto se debe de considerar como una sola entidad. Por lo tanto son ocho y no nueve las bienaventuranzas. 

Las palabras del sermón del monte, Cristo se dirige al deseo supremo del corazón humano: el de la felicidad. 

Ese deseo fue plantado en el hombre por el Creador mismo, y originalmente tenía el propósito de llevarlo a encontrar la verdadera felicidad mediante la cooperación con Dios que lo creó. 

Cristo proclama que el principal propósito del reino es el de restaurar en el corazón de los hombres la felicidad 

perdida en el Edén y que los que escojan entrar por la “puerta estrecha” y el camino “angosto” encontrarán la verdadera felicidad. 

No es fácil ser “pobre en espíritu”, pues eso significa humildad, y la humildad no es una virtud común. Esta bienaventuranza de manda una compresión propia que es ajena a la mayoría de la gente. 

Gr. ptojós, señala a los adolecen de una verdadera miseria espiritual y sienten agudamente su necesidad de las cosas que el reino del cielo tiene para ofrecerle (cf. Hech. 3:6; Isa. 55:1).

El que no siente su necesidad espiritual, el que se cree “rico”, que se ha “enriquecido” en su interior y “de ninguna cosa” tiene “necesidad”, a la vista del cielo es “desventurado, y miserable, pobre” (Apoc. 3:17).

“Es mucho más fácil enorgullecerse que admitir que somos débiles y defectuosos. Se necesita verdadera gracia cristiana para reconocer nuestras debilidades y buscar la fortaleza en un Dios bondadoso. 

Creo con toda seriedad, que un hogar piadoso es un excelente campo de preparación para la gracia de la humildad, pues el amor hace que se combine la debilidad con la fortaleza, evita la adulación de lo falso y se preocupa lo suficiente como para curar”. 

“El que se cree sano, que se considera bastante bueno, y que está satisfecho de su condición, no procura participar de la gracia y justicia de Cristo. 

El orgullo no siente necesidad, y cierra la puerta del corazón para que no entre Cristo ni entren las bendiciones infinitas que él vino a dar”.(D.M.J.p.14). 

Hay sólo una forma permanente de tener paz en el alma; una paz que brota en forma de gozo, contento y felicidad, y es por medio del arrepentimiento de los pecados y la fe personal de Cristo como nuestro Salvador.
MARANATA.
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Notificación: Estimados lectores de este blog. Oren por mi salud y por este proyecto . Sal. 62: 7Sal. 62: 7

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