Vivimos en la época más dorada
de la humanidad, donde las nuevas tecnologías nos hace llevar a
campos inagotables de la ciencia. Es como tener una espada de doble
filo.
Hemos puesto los recursos de la ciencia en manos muy sensibles.
Hoy el mundo puede estar dentro de poco en llamas, como puede estar
lleno de alegría y al mismo tiempo de tristezas.
La lengua puede
difamar la reputación de una persona. Puede llevar a la humanidad a
un desastre nuclear, debido a su lengua que no controla.
También se
abre ante nosotros las ciencias y las artes, con las cuales el hombre
puede expresar sus sentimientos. Pero la lengua es el miembro más
pequeño, pero es el más difícil de dominar.
Sería erróneo
subestimar el poder y la utilidad de la lengua. Es “un miembro
pequeño” dice el apóstol Santiago: pero”se gloría de grandes
cosas. . .
Mirad también las naves:aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un pequeño timón por donde el quiere la gobierna” (Sat. 3:5, 4).
Mirad también las naves:aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un pequeño timón por donde el quiere la gobierna” (Sat. 3:5, 4).
Desde la misma manera, la
lengua ejerce un poder sobre la conducta y el destino del hombre. Los
que minan su lengua, los que le dan riendas sueltas, hacen un gran
daño no sólo a la familias, sino a los pueblos.
Todo el daño que
hacen por ello serán juzgados (cf. Mat. 12: 36; Sat. 3; Ed. 231; 2
JT 20). Los médicos cuando ven a un enfermo para diagnosticar sobre
su salud de su paciente, le pide: “Muéstrame la lengua”.
Sobre
el estado de la lengua se registra el alto grado del estado físico
del paciente. Para saber el estado de una persona cristiana y su
estado moral, intelectual y sobre todo el espiritual debemos observar
su lengua y su ejemplo ante la sociedad y su iglesia.
Sí en el
corazón hay contienda, celos y odio, pronto encontraremos
expresiones en su lengua. Todo lo que se pueda decir del poder
destructor de una pequeñísima llama también se puede aplicar al
poder potencial de la lengua.
Los miembros de la iglesia no sólo
deben evitar las palabras que destruyen, sino también abstenerse de
avivar las chispas destructoras que se dispersan de las palabras
ajenas.
No significa que la lengua nunca pueda ser dominada, sino
que la naturaleza humana carece de poder para dominarla. El hombre
puede dominar a los animales, pero no tiene poder para someter a su
propia lengua.
Este sometimiento sólo es posible por medio de la
gracia divina. Cristo nos da la fuerza para dominar la lengua, y
lograr la victoria en Cristo.
MARANATA.
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NOTIFICACION A LOS
LECTORES.
Notificación: Estimados lectores
de este blog. Estimados lectores de este blog. Por mi salud y por
este proyecto Sal. 62:7.
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