miércoles, 12 de abril de 2017

ESPERANZA PARA EL PECADOR.


Respondiendo Jesús, les dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de medico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento. Luc. 5: 31, 32.
Los pecadores fueron el objeto especial de la misión de Cristo -los pecadores de todas las razas y continentes. . . Todos le son caros porque son comprados por su sangre. 

El trabajo misionero local ha de recibir una esmerada atención. Que sea buscados todos pecadores dentro de los hogares de su zona y nuestros propios hogares. Hay que dedicar esfuerzos personales. 
Los casos que parecen más desesperados han de ser atendidos con más diligencia, con fe esperanza y oración ferviente. . . . 

Aquellos sobre quienes Satanás influye su poder más decididamente son los que despiertan la simpatía del gran corazón de amor del Salvador. 
El deja a las reunidas en el arisco, para interesarse en el desierto y buscar el rescate de las ovejas perdidas. 

Manifiesta más tierno amor por quienes son atrapados por el poder engañoso de Satanás. Y cuando las ovejas extraviadas son verdaderamente halladas por Jesús, cuánto gozo y regocijo hay en todo el Universo creado òr Dios. 

El hombre mortal no puede leer el corazón del hombre y a menudo es engañosos por las apariencias externas y superficiales. 
Pero Aquel que puede leer en el corazón de los hombres como en un libro abierto nunca juzga mal. Siempre juzga justamente; y conoce la atmósfera que rodea a cada alma. 
Sabe cuántas y cuán violentas son las luchas del alma humana para vencer las tendencias hereditarias y cultivadas de nuestra naturaleza y los pecados que se han llegado a ser comunes por el hábito de las repeticiones. 
El dice: [El alma] es mía; la he comprado con la agonía de mi sangre. 
Por largo tiempo he soportado sus modales, su falta de cortesía, su ironía, su comportamiento ingrato hacia mí, sin embargo me obtuve de cortar mi gracia, esperando que mediante mis colaboradores vivos fuesen traída al arrepentimiento para que pudiera sanarla, lavarlas y purificadas en mi propia sangres. (Manuscrito.41.1890).
Maranata.
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