miércoles, 1 de febrero de 2017

EL ZARANDEO.


Porque he aquí que yo mandaré y haré que la casa de Israel sea zarandeada entre todas las naciones, como se zarandea el grano en una criba, y no cae un grano en la tierra. Amós 9:9 
En aproximadamente hace sesenta años, en España se veía a las mujeres zarandear el trigo con la criba, después que el cabeza de familia trillara el trigo. 

Con rápidos movimientos de las manos levantaban el trigo por el aire donde el viento llevara la paja, y el grano es diestramente recogido en la zaranda al caer. El presencial una escena tal nos ayuda a comprender lo que el Señor nos dice en nuestro texto. 

“Yo recuerdo esta escena cuando era niño, en la provincia de Soria España” Así como cada grano tiene valor, y cada alma que ha aceptado a Jesús es valiosa para él. 

Podemos ser arrojados de un lugar a otro en la tormenta de la zaranda, pero esto nos ayuda a quitarnos toda las capas de nuestra inmundicia y que el viento se la lleve. 

Esto hace que el grano sea limpio y purificado. La paja de la mundanalidad es llevada lejos. El pueblo de Dios tiene que dejar toda la mundanalidad. El Señor no nos dejara caer. 

Nos recogerá en su zaranda de amor y nos guardará de caer y ser pisoteados en el suelo. 

En este mundo pasaremos pruebas y duras, como las que están pasando dos amigos y una hermana que tienen cáncer, pruebas para la cual parecería no haber razón lógica. 

Nosotros no podemos ver el fin desde el principio. 

Hay muchos problemas que no son de muerte. Sea lo que fuere, recordemos que no hay prueba de las que sobreviene a los hombres que Jesús no haya experimentado no comprenda. Hay una cosa que debemos saber y entender. 

Debiéramos recordar que así como Dios nos zarandea, Satanás también lo hace. 

Así como Dios desea separarnos del mundo, Satanás desea separarnos de Dios. Pedro estaba teniendo problemas, y el Señor le dijo: “Simón , Simón he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo” (Luc. 23:31). 

El Salvador le dio entonces esta seguridad a Pedro: “Pedro yo he rogado por ti”. Si Jesús ora por nosotros, intercediendo ante el Padre por nosotros no hay razón que ninguno de nosotros se pierda. Si uno se pierde es por que el quiere. 

No solo Jesús reuga por nosotros ante el Padre, sino que el Espíritu Santo está en la tierra ayudando en el proceso del zarandeo. 

Porque Jesús nos comprende siempre y vela sobre nosotros, y cuando el camino parece difícil, cuando la oscuridad parece impenetrable, la luz de su amor nos guiará a su lado y nos guardará de caer al suelo. Agradezcámosle por su zarandeo.
Luis José de Madariaga.
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