viernes, 24 de febrero de 2017

LA LUZ QUE REVELA LA VIDA.


Así lumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. Mat. 5:16
En cierto lugar de la selva Venezolana, mis compañero estuvimos caminando por una senda para ir a cierto lugar que nos esperaba. El guía llevaba una luz en la mitad de la noche, para guiar los pasos del grupo. 

Aveces se descuidaba el guía y su luz no nos alumbraba porque se interponía entre el y nosotros la espesada selva. Así lo que le seguíamos perdíamos el beneficio de la luz y no veíamos la senda. Este es el caso de algunos que ocultan la luz de la verdad por el miedo de que le quiten el puesto de trabajo. 

Manifiesta sus propios intereses, su propia consagración, y demuestra sus defectos de carácter. Todo esto afecta a su vida y a su carácter, pero no beneficia a nadie por la verdad que supuestamente creen. 

Los hijos de Dios, deberían permitir que la luz de la verdad brille para que los hombres, al ver la conducta justa de los que conocen la verdad, reconozcan que hay poder en la misma, puesto que han cumplido una obra tan grande por aquellos que la han recibido. 

Quedarán prensados con los principios que emanan de la vidas de los representantes de la verdad, y aceptarán la verdad, y glorificara a Dios consagrándose a él, para convertirse en luces del mundo que los rodea (M. 63. 1912). La luz de la verdad proviene del cielo (Jun.1:4), pero cuando ilumina nuestras vidas, se convierte en nuestra luz (Isa. 60: 1-3; Efe. 5:14). 

Los doce, tan recientemente designados, fueron los primeros portaluces cristianos. La eficacia con que los discípulos llegaron a reflejar la luz de la verdad y el amor de Dios que se hizo evidente aun para sus más acerbos enemigos, quienes “reconocían que había estado con Jesús”. 

Jesús era quien había diseminado la luz del cielo por el mundo. Nosotros debemos de reflejar la luz que un día recibimos, no tenemos escusa, somos o no somos. Dios nos pedirá cuentas en el juicio y, tendremos que responder. 
Cristo encendió una luz en los corazones de los hombre y mujeres que nunca se habría de extinguir. La lámpara se aprecia por la claridad y la intensidad de la luz que brinda. 
El aceite de la lampara colocada sobre el candelero (tú, y yo) no es necesariamente visible paras quienes están en la habitación, pero el hecho de que la lámpara da luz demuestra que hay aceite en la lampara. Debemos de resplandecer como luciérnagas en la noche, para que el mundo sea iluminado. 

(Espero que me contéis vuestras experiencia en Cristo. Quisiera hacer una Matutina con las experiencias vuestras para gloria de Dios)
Maranata.
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