sábado, 21 de mayo de 2016

ELLOS ORARON


Los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibieron el Espíritu Santo. Hech. 8: 15.
Debe haber sido una conmovedora experiencia para los discípulos cuando llegó la noticia a Jerusalén de que Samaria había recibido la Palabra de Dios (Hech. 8:14) 

Los judíos y los samaritanos era enemigos tradicionales, desde el año (727-722, en tiempos de Salmanasar y Sargón). En su ministerio, Jesús trató de salvar la brecha. Contó la parábola del “buen samaritano”. Tomó tiempo para participar del agua de la vida con la mujer samaritana, en el pozo. 

Como resultado de ese incidente, muchos samaritanos creyeron. Pedro y Juan fueron enviados a Samaria para ayudar a los nuevos creyentes. Su primera acción fue orar para que los samaritanos recibieran el Espíritu Santo. 

Dios contesto esa oración. No fue a causa de los discípulos por lo que recibieron el Espíritu Santo, fue por los discípulos. Solo Dios tiene el poder de dar a cualquiera el Espíritu Santo. 

Los discípulos pusieron sus manos sobre los samaritanos y el Espíritu Santo descendió sobre ellos. Por el don, estuvieron capacitados para hacer lo que los discípulos hacían: realizar milagros, sanar enfermos, dar vista a los ciegos. 

Estaban capacitados para predicar el Evangelio y explicar la Palabra de Dios a aquellos que no la entendían. También tuvieron el don de lenguas y fueron aptos para hablar a los extranjeros en su propio idioma. 

Con los dones del Espíritu eran capaces de servir a Dios en cualquier parte del mundo.
¿Porque no vemos hoy día tal acontecimiento? Se ora poco, se estudia poco, y no se hace reuniones de testimonios y orar los unos por los otros. 

¡Que experiencia será cuando los dones del Espíritu Santo caigan sobre cada miembro de la iglesia remanente! Realmente, el último mensaje de Dios sera llevado hasta los confines del mundo, pero no tan a prisa como Dios tiene derecho a esperar. 

Vez tras vez en el espíritu de profecía se nos dice del gran reavivamiento que tendrá lugar cuando la iglesia sea henchida del Espíritu. Pero para que llegue hay que desearlo, pedirlo y orar por el. Podemos tener el Espíritu si lo deseamos. 

En el altar de la familia cada mañana imploremos delante de Dios, suplicando por el derramamiento del Espíritu santo. Cuando el Espíritu venga, lo seguiremos. 

Echemos toda nuestra mundanalidad. Cuando el Espíritu de reavivamiento llene nuestro corazón, estaremos capacitados para hablar a cada hombre en el lenguaje del cielo.
Maranata
Luis José de Madariaga.
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