viernes, 6 de mayo de 2016

UN TEMPLO PARA DIOS.


¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros. 1º Cor. 3:16.

Pablo dirige su atención a los que constituyen el edificio espiritual. 

Desde siglos eternos fue el propósito de Dios que cada ser creado, desde el resplandeciente y santo serafín hasta el hombre, fuera un templo donde morara el Creador. (Verduras,hongos, repollos,y queso parmersano)

Debido al pecado, la humanidad dejó de ser el templo para Dios. . . Dios tenía el propósito de que el templo de Jerusalén fuera un recordativo continuo del alto destino abierto a cada alma. 

Pero los judíos no habían entendido el significado del edificio que contemplaba con tanto orgullo. . . Los atrios del templo de Jerusalén llenos de tumultos de un tráfico profano, lleno de orgullo y vanidad, representaba con demasía veracidad de la pasión sensual y los pensamientos no santificados. 

Al limpiar el templo de los compradores y vendedores mundanos, Jesús anunció su misión de limpiar el corazón de la contaminación del pecado: deseos mundanos, pasiones egoístas, malos hábitos que corrompe el alma. . . Solamente Cristo puede limpiar el templo del alma. . . 

Su presencia la limpiara y la santificará el alma para que pueda ser un santo templo para el Señor, “Para morada de Dios en el Espíritu” (Efe. 2:22). 

Mediante esta hermosa e imponente figura, La Palabra de Dios muestra la importancia que Dios le da a nuestros organismo físico y la responsabilidad que hay en nosotros de preservarlo en las mejores condiciones. 

Nuestros cuerpos son la posesión adquirida de Cristo y no estamos libres de hacer con ellos lo que nos plazca. El hombre ha hecho eso. Ha tratado a su cuerpo como si sus leyes no previeran castigo. 

Mediante el apetito pervertido sus órganos y facultades se han debilitado, enfermado, y lisiado. . . Hemos de responder a Dios por nuestros hábitos y prácticas. 

Por lo tanto no deberíamos preguntarnos: “¿Qué dirá el mundo?”, sino: “Pretendiendo ser cristiano, ¿cómo trataré yo la habitación que Dios me ha dado?” (RH 1908). 

La amonestación de Pablo se dirige principalmente a los que por su proceder cismático están destruyendo la iglesia, pero por ende a los creyentes individual, en él cual mora el Espíritu Santo. 

En mi 46 años de ser cristiano practicante yo he visto como jóvenes se han degenerado bien por la drogas o la bebida. 

La frase favorita de estos cristianos eran: “esto no tiene importancia” pero si la tenían. Unos están muertos, otros fuera de la iglesia, y la historia se repite. “¿Tú que aras?” “Ser o no ser” esa es la cuestión.
Maranata
Luis José de Madariaga.
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La Biblia a través del tiempo.
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