domingo, 11 de octubre de 2015

NUESTRO INTERCESOR PERSONAL.


¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. Romanos 8:34.

El Señor Jesús es un intercesor personal. . . Repite una y otra vez, muchas veces, durante el día: “Jesús murió por mí. Me vio en peligro, expuesto a la destrucción, y derramó su vida por salvarme. 

El no contempla sin sentir compasión al alma postrada a sus pies como un temeroso suplicante, no dejará de alzarme” El llego a ser abogado del hombre. El ha levantado a los que creen en él y ha puesto un tesoro de bendición a su disposición. Los hombres no puedo conceder una sola bendición a sus semejante, no pueden quitar una sola mancha de pecado. 

Lo único que puede valer algo son méritos y la justicia de Cristo pero esto nos es acreditado con rica plenitud. Podemos acercarnos a Dios en cualquier momento.Al hacerlo contesta: “Heme aquí”

Cristo mismo se proclama nuestro Intercesor. El hombre nunca puede ser un intercesor del hombre mismo, no ha hecho méritos alguno. El hombre quiere desviar la imagen de Cristo en el lugar Santísimo, que intercede por el hombre.

El quiere hacernos saber que se comprometió bondadosamente a ser nuestro Sustituto. El pone sus méritos en el incensario de oro para ofrecernos con las oraciones de sus santos, de manera que ésta se mezclen con los fragantes méritos de Cristo y asciendan al Padre en las nubes de incienso. El Padre oye cada oración sincera de sus hijos contritos. 

La voz de súplica e la tierra se une con la voz de nuestro Intercesor que implora en el cielo, cuya voz el Padre siempre oye. 

Ascienda, pues, continuamente a Dios nuestras oraciones. No suban ellas en el nombre de un ser humano que este vivo o muerto, sino en el nombre de Aquel que es nuestro Sustituto y Garantía. 

Cristo nos ha dado su nombre para que lo usemos. El dice: “Pedid en mi nombre” ( Juan 14: 13-14). . . Virtualmente está diciendo: Haced uso de mi nombre, y esto será vuestro pasaporte al corazón de mi Padre, y a todas las riquezas de su gracia (carta 92, 1895).
Maranata
Luis José de Madariaga.
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La Biblia a través del tiempo.

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