jueves, 10 de julio de 2014

OVEJAS EXTRAVIADAS


  • Más él herido fue por nuestros rebeliones, molidos por nuestros pecados, el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por sus llagas fuimos nosotros curados. 
  • Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todo nosotros. Isa 53:5,6.

Las palabras más claras y más definidas que encontramos en toda las Escrituras con respecto a la muerte vicaria de Jesús se hallan en estos versículos. Leámoslos de nuevo y consideremos los posesivos y pronombres en plural que allí aparecen: “nuestros” “nosotros”. 

Toda la raza humana comparece culpable delante de Dios. Toda la raza humana comparece culpable delante de Dios. Isaias nos compara como ovejas y tiene razón al hacerlo. No hay animal más insensato que la oveja. 

Una de ellas descubre una salida, se lanza de cabeza por el risco y todas las demás la siguen. 

Adán quebranto el cerco de la ley, y se lanzo de cabeza al pozo de la muerte, y todos sus descendientes, salvo uno, hicieron lo mismo. El único que no lo hizo pagó nuestra culpa. 

Fue herido, maltratado y azotado por nuestros pecados. Sobre él su Padre deposito nuestra iniquidades. Posiblemente el amado apóstol Juan estaba estudiando este pasaje cuando escribió: “Mirad cual amor nos ha dado el Padre” (1º Jn 3:1). Pensemos en la angustia del padre al depositar nuestros pecados sobre su Hijo. Esto le costaría al cielo el precio de la sangre preciosa de Jesús.

Por un momento párate, piensa en tu hijo que se ha marchado de casa, o que ha ido al descanso, tu dolor es grande y la angustia te envuelve, y tu dolo se hace más profundo, pero tienes la esperanza que lo veras y os abrazareis, y esa angustia desaparece.

Al considerar el precio pagado por nuestra redención ¿como podemos quejarnos o lamentarnos por las pruebas que tenemos que enfrentar? ¿Cómo podemos desconfiar del amor del Padre? Aun en los momentos más sombríos de la vida, ¿como podemos dejar de elevar nuestros corazones en gratitud y en alabanza al que nos libró de la muerte eterna? 

Para que este texto resulte más personal, léelo de muevo y remplaza todos los posesivos y pronombres en plural por posesivos y pronombres en singular. 

“Más él herido fue por mis rebeliones, molido por mis pecados; el castigo de mi paz fue sobre él, y por su llaga yo fui curado”.
¿Podría Jesús haber hecho más? ¿Podía haber muerto de una muerte más humillante? Llegó al limite, al limite mismo. Lo dio todo, su propia vida, para que nosotros, ovejas extraviadas, pudiéramos regresar al hogar y vivir en paz y seguridad en el aprisco del cielo. ¡Gracias, Señor, por tu maravilloso amor!
Maranata.
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la Biblia a través del tiempo.

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