domingo, 13 de julio de 2014

LA ENCARNACIÓN Y TU.


Porque un niño nos es nacido hijo nos es dado, y el principado sobre sus hombros; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Principio de paz Isa. 9:6

Los que vivimos 2.700 años después que se dio esta profecía y 1.983 años después de su cumplimiento, sólo podemos tocar su significado con la punta de los dedos de nuestro intelecto y nuestra emociones. 

Cuando estudiamos la encarnación no podemos menos que exclamar: “¡Oh Dios, es imposible comprenderla; es demasiado grande, demasiado alumbradora!”

Si el hombre no puede comprende la grandeza de tu universo “¡ Que sera de tu existencia y de tu gloria!” El hombre imperfecto nunca podrá comprender el amor de un Dios grande y misericordioso, que dio todo lo que amaba, lo dio por amor al hombre. 

Es por este medio como Dios quiere que comprendamos el amor de Dios por medio de la encarnación de Cristo. Para la gran mayoría de hombre y mujeres es una locura, no llegan a entenderlo, es por eso que rechazan a Cristo como su salvador personal. Toda la humanidad debiera reconocer que “un niño nos es nacido”. 
 El hogar, la relación que existe entre padre e hijo, debiera recordarnos constantemente la encarnación de Cristo.
Estudiar el tema de la humanidad de Cristo siempre debiera infundirnos pensamientos frescos y nuevas revelaciones de amor del Señor. 

“Dios envió a su hijo, nacido de mujer” (Gal. 4:4) Para el que no es creyente esto es imposible, sobre todo para los 1.700 millones que no cree en Cristo. Cierto. Nuestra mente son demasiado limitadas; lo mejor que podemos hacer es aceptarlo, y estudiar el libro sagrado (La Biblia) ya que en ella se encuentra la información sobre este hecho. 

Por supuesto, nosotros, como pecadores, hubiéramos esperado que el Señor irrumpiera en el escenario de la historia como un un adulto plenamente desarrollado. Pero no fue así pues apareció como un bebé indefenso, expuesto a las enfermedades y al dolor. 

Es por este concepto que lo Judíos y Árabes no lo entienden es locura para ellos, y redención para los que le creen. Echemos mano de todo nuestro arsenal de adjetivos, humildad, sumisión, abnegación, resignación, mortificación, degradación, tratemos de expresarlos todos juntos y ni aún así vamos a comenzar a describir lo que hizo tu Dios y mi Dios, por ti y por mi.

El corazón del ser humano no puede hacer otra cosa que ablandarse y las mentes deben de llenarse de reverencia y de temor y temblor a contemplar el camino descendente que recorrió Cristo para llegar hasta el hombre caído por el pecado.
Es por eso que Cristo sea capaz de salvar hasta lo sumo a un mundo rebelde. 

La mano de Dios el misericordioso, él clemente, lento en airarse, y grande en amor, hoy te llama a ti, y a mi.
La pregunta es: ¿responderás tú a su llamado? 
En el día del juicio me lo dirás.
Maranata
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La Biblia a través del tiempo
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