sábado, 12 de julio de 2014

HUMILLACIÓN Y TRIUNFO.


He aquí mi siervo será prosperado, será engrandecido y exaltado , y sera puesto muy alto. Cómo se asombraron de ti muchos, de tal manera fue desfigurado de los hombres su parecer, y su hermosura más que la de los hijo de los hombres. Isa. 53:12,14.

La Escrituras no estaban divididas en capítulos cuando se escribieron originalmente. Nuestro texto de hoy debiera haber sido la introducción al capitulo 53 de Isaías, que contiene la gran revelación profética de la humillación y la exaltación de Cristo. 

“Todo este capítulo debiera ser aprendido de memoria. Su influencia subyugará y humillará el alma contaminada por el pecado y enorgullecida por la exaltación propia.” (SDA. B.C. t. 4. p. 1147).

Muchos judíos del Antiguo Testamento entendían que todo este pasaje, incluso el capitulo 53 de Isaias se aplicaba al Mesías. Los judíos del siglo XXI y algunos teólogos cristianos niegan su aplicación a Cristo. ¡Qué tragedia! Yo doy testimonio de esta afirmación, ya que e convivido con judíos en Venezuela. 

El Señor sabía a que profundidades de incredulidad caería el hombre, y por esa razón zanjo el asunto al enviar a Felipe, en los tiempos del Nuevo Testamento, junto al eunuco etíope, que estaba leyendo el capitulo 53 de Isaias sin entenderlo. En Hechos 8:34,35 se nos dice que el etíope pregunto si el profeta estaba hablando de “si mismo, o de algún otro”. 

En respuesta , Felipe comenzó desde esa escritura, y le anunció el Evangelio de Jesús” (Hech. 8:35).
Las palabras iniciales se refieren al triunfo de Jesús. Triunfó a pesar de un terrible humillación. Su éxito no tiene paralelo en la historia. El hecho de que pareciera “desfigurado” se refiere no sólo a su crucifixión sino a su tentación en el desierto. 

Su lucha contra el mal tanto al vivir como al morir afectaron su aspecto al punto de que hasta sus amigos tenía dificultad en reconocerlo. Pensemos en un rostro desfigurado “mas que” los “de los hijos de los hombres”. El sufrimiento de una persona cambia su aspecto físico de tal modo que lo vemos hoy día más envejecido. 

Pensemos en que ese rostro es el de Dios el Hijo, que se humillo más allá de toda descripción. Para los ángeles esa humillación comenzó en Belén, cuando Dios nació como un niño cualquiera. Aun entonces, en comparación con su antigua gloria. 

El rostro infantil de Jesús fue desfigurado más que el de cualquier hombre. Creo humildemente que deberíamos pensar más en lo que Dios hizo por la raza caída, estaríamos más unidos que ahora. Querido lector. Arrodillémonos ahora reverentemente delante de nuestro Dios. ¡Padre perdóname!
Maranata.
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La Biblia a través del tiempo
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