domingo, 6 de julio de 2014

EL SEÑOR QUISO QUEBRANTARLO.


Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en sus manos prosperada. Isa. 53:10.

¡Qué palabras tan extrañas! “Jehová quiso quebrantarlo” (a Cristo). Para comprenderla, hay que analizar a la luz del propósito final al dar a su Hijo, y del propósito del Hijo al dar su propia vida. La verdad es que necesitamos ampliar nuestro limitado concepto acerca de la expiación. 

En Romanos 3:26 se dice que Dios debe probar su justicia y mostrarse justo. Es verdad que los sufrimientos y la muerte de Cristo fueron una sustitución literal de lo que deberíamos sufrir los pecadores. Pero por encima de su obra de salvar a la raza humana, Dios debe defender su carácter ante el universo. 

Satanás se revelo contra el reino de Dios (Iblis se enorgulleció dice el Corán) se sublevó. Y por causa del bienestar eterno de los hombres y la seguridad del universo, era necesario que Cristo sufriera. 

La subsiguiente batalla, ganada por Cristo, a Dios gracias, implicó la salvación de los pecadores, pero también afecto los propósitos, los objetivos y el carácter de la trinidad. 

 La expresión “Jehová quiso” no quiere decir que se sentía feliz por los sufrimientos de su Hijo. Pero quería que su Hijo se mantuviera leal a él. Quería que estuviera dispuesto a llegar hasta el limite para ganar la deuda contraída por el hombre. 

A Dios le agrada saber que cuando se hubiera realizado los planes trazados por él y su Hijo, iba a quedar aclarado para siempre el tema de su carácter y de su justicia. Estaba entre dicho si se obedecía a Dios por amor o por temor, Satanás metió esta duda entre los ángeles, y por ende en los mundos que Dios había creado. 

Le agradaba saber siempre que por medio de la expiación el universo quedaría eternamente asegurado contra otra rebelión. Notemos la expresión: “Cuando [Cristo] haya puesto su vida en expiación por el pecado”. No se trata de una ofrenda común por el pecado, sino de una “ofrenda por la culpa” (Lv. 5:15). 

 Para la ley mosaica esta clase de ofrenda requería una restitución por el pecado que alcanzaba a seis quintos de lo dañado provocados, además del sacrificio cruento. Lo mismo sucede con el sacrificio de Cristo. Fue más que suficiente para satisfacer las exigencias de la ley.
Maranata.
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la Biblia a través del tiempo.

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