jueves, 24 de julio de 2014

¿MUERTOS Y ENTERRADOS?


Pero lejos esté en mi en gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mi, y yo al mundo. Gal. 6:14.

Pablo no se gloriaba. Compárese 2º de Cor.5:12; 11:18; 12:1 etc. Pablo se gloriaba en la cruz. Cuando escribió a los hermanos de Corintios dejo muy claro que su propósito era la cruz, era la fuerza y la vida de su ministerio. (1º Cor. 2:2) 

La cruz se destaca en este pasaje en contraste con el sistema judío (Gal. 6:13).Los judíos tenían normas por todas partes y era de humana sabiduría, la cruz era la libertad y estaba fundada sobre leyes divinas.

El texto mencionado si lo habéis leído bien nos habla de tres diferentes crucifixiones. La 1º se refiere a la cruz de Cristo. La 2º a la crucifixión del mundo y la tercera a la de él mismo. La cruz significó en la vida de Pablo exactamente lo mismo que en la vida de Jesucristo: ¡Muerte!

La crucifixión implicaba una muerte lenta. Los soldados romanos quedaron asombrados de que Jesús ya hubiese muerto cuando fueron a sacarlo de la cruz. Se ha sabido de hombres que permanecieron vivos en la cruz durante semanas o más. Ahora bien, Pablo se esta refiriendo figuradamente de la muerte de la vida y la naturaleza, ambas se están muriendo lentamente.
Francisco de Asís fue un monje Italiano que fundó la austera orden franciscana. Juró obediencia al papa Inocencio III y los miembros de la orden a Francisco. La historia cuenta que en un día un monje se rebeló: Rehusó obedecer en cierto asunto. Semejante obstinación no podía ser tolerada. 

A fin de asegurarse su sometimiento y subyugar su terca voluntad, fue acabar una fosa y en ella se puso el monje rebelde de pie. Después sus hermanos empezaron a echar paladas de tierra. 

Cuando ésta alcanzó las rodillas. Francisco preguntó: ¿Estas muerto ya? “¿Ha muerto tu orgullo? ¿Te rindes?” Pero ni hubo respuesta. El proceso continuó. La tierra llegó del estomago y luego avanzó hasta el pecho. Final mente alcanzo al nivel de los labios, Francisco le hizo una última invitación. Inclinándose, repitió su pregunta: “¿Has muerto ya?”

Hubo un silencio de hielo mientras el monje enterrado miraba los fríos y grises ojos de su superior. En ellos no brillaba ni un destello de humanidad. 

Comprendió que Francisco proseguiría hasta el final. Estaba vencido. Su voluntad se sometió bajo esa actuación de Francisco, y el funeral se detuvo, mientras el pobre respondía: estoy muerto”. San Francisco y su orden fue la mano ejecutora del Papa Inocencio III.

Pablo estaba también muerto. Pero, en contraste con San Francisco, la vida de Pablo fue un gozo constante y una rendición a la voluntad de Dios, la suya fue una gozosa rendición a los pies de Cristo, su vida debería ser un ejemplo para los cristianos del siglo XXI.
Maranata
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