miércoles, 4 de junio de 2014

LOS DOS MISTERIOS.


Y por mí, para que me sea dada palabra en el abrir de mi boca con confianza, para hacer notorio el misterio del evangelio. (Efe. 6:19.)


El esposo cree conoce a su esposa. La madre cree que conoce a su hijo. El empresario cree que conoce a sus empleados. Nosotros creemos que nos conocemos a nosotros mismos. Nótese el énfasis que estamos poniendo en la frase creer.


Cuántas veces hemos formulado declaraciones como éstas; “No puedo imaginarme por qué lo hizo”, o: “Es increíble lo que hizo”, o: “Está más allá de mi alcance el darme cuenta de porqué la gente obra así”, o: “¡No entiendo por qué digo estas cosas!”


El hombre es un misterio para sí mismo y para los demás. Por desgracia, la mayoría de las personas no son especialmente buenas leyendo la mentes. Los extraños consiguen una exactitud de un 20%, los amigos cercanos se leen el uno al otro con una exactitud de un 35% y casi nadie supera un 65%, según el psicólogo William Ickes, especialista en el estudio de la empatía. Es la capacidad cognitiva de percibir, en un contexto común, lo que otro individuo puede sentir.

Pero a pesar de todo esto la pregunta sigue en el aire: ¿Por qué? El hombre no puede penetrar en la mente del hombre por qué este es pecador, e imperfecto, el hombre quiere ser un Dios. El pecado en sí mismo es un misterio para el hombre. Pablo se refiere a él denominándolo “le misterio de iniquidad” (2º Tes. 2:7).

La razón no puede explicar el pecado, porque éste es irrazonable. ¿Has tratado alguna vez de razonar con alguien que este enojado o airado? Y la ira es pecado, ¿no es cierto? En este momento la lógica no significa absolutamente nada para esa persona. Conocemos los actos provocados por el pecado, pero no podemos explicarnos como empezó, que había en la mente cuando se origino.


Lo que sabemos es que el pecado no es culpa de Dios, aunque mucha gente, incluso cristianos, ponen en tela de juicio esta verdad. Cuán a menudo escuchamos exclamar a alguien que ha perdido un ser querido: “¿Por qué habrá permitido Dios que mi hijo muriera?” Yo personalmente creo que tenemos un momento en el espacio y tiempo en nacer y morir, y ese periodo de nuestra vida sea corto o largo, dependerá nuestra salvación. 

 Debiéramos echarle la culpa al que le corresponde, al que inició el pecado, es a saber, Satanás. Es el padre de mentira y además asesino (Juan. 8:44).

 Por otra parte, Dios nunca quiso que Adán y Eva, o cualquiera otra persona, pecara jamás. Añádase a todo esto el hecho de que no hay absolutamente ninguna razón para la existencia del pecado. 

Pero hay otro misterio mayor que el del pecado todavía: “E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo, recibido arriba en gloria” (1º Tes. 3:16). Espáciese tu corazón y tu mente en este misterio durante el día de hoy.

Promesa: “Jesús se complace en que vayamos a él como somos: pecaminosos, impotentes necesitados. Podemos ir con toda nuestra debilidad, insensatez y maldad y caer arrepentidos a sus pies. En su gloria estrecharnos en los brazos de su amor, vendar nuestras heridas y limpiarnos de toda impureza” (CC. 52)

Maranata
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la Biblia a través del tiempo.

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