martes, 22 de mayo de 2018

FE Y AMOR.

La fe que obra por amor. Gál. 5:6
Pablo describe la condición del que ha sido justificado por la fe en Cristo, del que ha llegado a ser un cristiano no de nombre sino de verdad. 

La fe genuina siempre obra por el amor. 
Cuando miramos al calvario, no es para tranquilizar nuestras almas, en el cumplimiento de nuestro deber como cristianos. 

El Espíritu Santo nos hace reflexionar los acontecimiento que ocurrieron en la cruz. 

¿Que vemos? A un hombre colgado en un madero. Sentimos compasión humana, un gran respeto, admiración por lo que ha hecho. Si sólo sentimos eso, nuestro corazón esta muerto. 

Pero si llegamos dilucida el verdadero significado en nuestro corazón y mente, llegaremos a ser transformados por el Espíritu Santo. 

Veremos el gran costo que tuvo que pagar Cristo por la raza caída. Se cuenta la historia de un hombre, que sólo quería dejar la droga, pero esta cada vez la ataba más. 

Un buen día entro a la iglesia Adventista, oyó el mensaje de Daniel y apocalipsis, su corazón se conmovió por lo que Dios revelaba. 

Sus vestimenta dejaba mucho que desear, en un rincón de la iglesia el escuchaba cada noche y después se marchaba. Así durante un mes estuvo asistiendo a las conferencias. 

Llego el día del llamado, el Espíritu de Dios trabajo en el, pero la cruz del calvario estaba muy lejos de su corazón. 

Dias mas tarde lo encontraron cerca del rio sin vida. Hay otro caso que me viene a mi mente. Un joven que por motivos egoísta venía a recibir estudios. 

La pastora de la iglesia le dio estudios, pero ella vio que cuando se hablaba de la cruz, su mirada divagaba por el cuarto.

Otro hermano le enseño los secretos de la Palabra de Dios, pero le paso lo mismo, nadie sabía el comportamiento de esa persona. Por fin, le pidieron aun hermano que hablase con el. 

Pidieron en oración que el Espíritu Santo le ayudase. 

Después de cuatro meses llego el momento definitivo, me consta que el Espíritu Santo estaba trabajando con el. En el despacho de la iglesia estábamos los tres, una señorita el joven y un servidor que daba los estudios. 

Creo sinceramente que en ese despacho estaba los ángeles de ambos bandos. La pregunta que se le formulo fue: 

¿Crees que Cristo murió por ti en la cruz, y que el te salva de tus pecados? ¿Crees que el Espíritu Santo te lleva a la cruz? 

Había tal silencio, que se podía oir el chasquido de los dientes. Le mire a los ojos, el no pudo mirarme, miro al techo, y se oyó su respuesta. “¡No! Le repetí la pregunta por segunda vez. 

“¡No”! Mi cuerpo se estremeció, no se puede expresar con palabras. Esa persona estaba poseída por un espíritu que no era de Dios. En los libros del cielo esta su declaración. No seamos nosotros de ese espíritu del joven. 
MARANATA.
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