miércoles, 30 de mayo de 2018

EL PODER VIVIFICADOR DEL HOMBRE

Crea en mí, oh Dios un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mi. Sal. 51:10
Cuantas veces el cristiano hemos leído este hermoso testo.¿Por qué? 

Porque comprendemos que el corazón del ser humano esta podrido. Lleno de vanidad, envidia y un largo etc. 

Pero seamos sinceros por un instante, soy yo así de malo y de hipócrita, ¡No! Eso nunca, yo no soy así. Lo siento mucho, pero usted y yo somos así. Pero hay remedio para este problema. El Señor purifica el corazón de la misma manera como nosotros ventilamos la habitación de nuestro dormitorio. 

Eso si nosotros nos dejamos limpiar. Cuando hacemos este gesto de purificar la habitación, dejamos que el sol entre y dejamos que la atmósfera purifique la habitación. 

Las ventas del impulso de los sentimientos, deben de abrirse hacia el cielo, y el polvo del egoísmo y de lo terreno deben ser expulsados. 

La gracia de Dios debe de invadir la cámara de la mente, la imaginación debe contemplar temas celestiales, miremos al cielo y veremos la grandeza de Dios, sino miremos a la naturaleza ella nos da testimonio de nuestro Creador, sera cuando el Espíritu Santo de Dios nos haga recapacitar. (HHD 109). 

Si la gran mayoría viviésemos los principios de la religión pura y sin macula no nos hallaremos débiles en poder moral. Bajo la influencia ennoblecedora del Espíritu Santo, los gustos e inclinaciones se volverán puros y santos. 

Nada se posesionara tan fuertemente de los afectos, nada penetrara tan hondamente en los motivos más profundos de la acción, nada ejerce tan potente influencia sobre la vida, ni nada tan grande firmeza y estabilidad al carácter como la religión de Cristo. 

Impulsa a su seguidor siempre hacia arriba,inspirándole nobles propósitos, enseñándole dignidad de porte e impartiendo conveniente dignidad a toda nación. (OE. 133,134). La iglesia es el objeto del más tierno amor y cuidado de Dios. 

Si los miembros se lo permiten, revelará su carácter por medio de ellos. El les dice: “Vosotros sois la luz del mundo” (Mat. 5:14). Los que caminan y conversa con Dios practican la mansedumbre de Cristo.

 No son tibios, en sus vidas, la paciencia, la mansedumbre y el dominio propio están unidos al santo fervor y a la diligencia. A medida que avanza el cielo, se deja ver la santidad. 

El Santo Espíritu, lleno de gracia y poder, obra en la mente y en el corazón del ser humano. (LC.285). 
Es el corazón en el cual Cristo hace su morada será vivificado, purificado, guiado y gobernado por el Espíritu Santo,y el agente humano hará enérgicos esfuerzos para poner su carácter, en armonía con Dios. 
Evitará todo lo que sea contrario a la voluntad revelada y a opinión de Dios. (SDG.98).
MARANATA.
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