lunes, 21 de mayo de 2018

¿EL VIENE PRIMERO?


Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también del Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen. Hechos 5:32.
¿Obedecemos para que podamos recibir el Espíritu Santo o recibimos el Espíritu Santo para que podamos obedecer? Esta es la cuestión del cristiano. 

Ser o no ser. El Espíritu Santo es dado no sólo a los apóstoles, sino a todos los que sinceramente se dejan guiar por Dios,y por lo tanto se le obedece. 

A medida que vuestras conciencia ha sido vivificada por el Espíritu Santo, habéis visto algo de la perversidad del pecado, de su poder, su culpa, sumiseria y lo mirais con aborrecimiento.

Sentís que el pecado os separo de Dios y que estáis bajo la servidumbre del poder del mal. 

Cuando más lucháis por escaparos, tanto mejor comprenderéis vuestra falta de fuerza. Vuestros motivos son impuros; vuestro corazón, corrompido. 

Veis que vuestra vida ha estado colmada de egoísmo y pecado.¿Qué podéis hacer para obtener la armonía con Dios y asemejaros a El? 

Lo que necesitáis es paz, tener en el alma el perdón, la paz y el amor del Cielo. 

No se los puede comprar con dinero; la inteligencia y la sabiduría no pueden alcanzarlos ni podéis esperar conseguirlos por vuestro propio esfuerzos. Pero Dios os lo ofrece como un don, <<sin dinero y sin precio>>. 

Son vuestros, con tal que extendáis la mano para tomar. El Señor dice: “¡Aunque vuestros pecados fuesen como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque fuesen rojos como el carmesí, como lana quedarán!” “También os daré un nuevo corazón, y pondré un espíritu nuevo en medió de vosotros” (C.A. p.63-64). 

Cuando Cristo estuvo en la tierra declaró que el Espíritu Santo testificaría de él. El Espíritu Santo si mora en nosotros
testificara de la obra de salvación para este último tiempo. Sólo hay una condición: la obediencia. 

La obediencia es mejor que cualquier sacrificio (1 Sam.15:22). Se debe de obedecer a la verdad (Rom. 2:8), y al Evangelio (2ºTes.1:8; 1º Ped. 4:17). 

La salvación eterna, ofrecida por gracia y recibida por fe (Efe. 2:5,8), está a disposición a los que obedezcan y se sometan a la voluntad de Dios (Heb. 5:9) Cf. Hech.5:29). 

La gran labor del Espíritu Santo en cada persona que lo acepte, es la de transformar su carácter pecaminoso y restaurarlo a la imagen del Padre. El Espíritu Santo nos capacitara para dar un buen testimonio. 

Dirígete al trono de la gracia y dile que estas lista para ser instrumento del Espíritu Santo y quieres testificar de El. “Si tu haces eso, el Espíritu Santo te ayudará a hacer el resto”. Tenga, la seguridad plena, que el Espíritu Santo la usara como instrumento para llevar a otros a Cristo.
MARANATA.
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