jueves, 16 de noviembre de 2017

LA VERDAD A TRAVÉS DE LA RADIO. VOZ DE LA ESPERANZA.


Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? Mateo 26: 40.
Los frescos sonidos de voces felices cantando en perfecta armonía emanaban suavemente a través de la emisora de radio. Recuerdo las canciones de la coral en la que estoy, transmitiendo la esperanza de un reino mejor. 

Vi lagrimas en las mejillas de muchas mujeres, hombre con la cabeza baja, pensando en sus hechos. Dias que vendrán a mi memoria de como el Espíritu Santo como obraba en las personas. 

Cuando escucho a esas corales de Amisaday y Vivo Esta las fuentes, las bellas alabanzas a nuestro Dios. Y esas corales del Pacifico Norte, que con sus cantos llegan a muchas personas, para que el Espíritu de Dios actué en un mundo que se desmorona por falta de entendimiento. 

Muchos cristianos sinceros nos sentimos chasqueados por los golpes que la vida nos da. Conozco a mujeres que se han separado por los maltratos de unos hombre sin escrúpulos. 

Mujeres buenas amantes de sus hijo, pero fuerte en la fe cristiana.  Angustiadas sí, decía una que conocí hace poco. 

Sé que se supone que no debería sentirme mal. Sé que Jesús aún me ama. 

Pero estoy chasqueada, desanimada por lo acontecido. Jesús se sentía en aquella solitaria noche cuando agonizaba en el huerto de las olivas. 

Cristo anhelaba que sus discípulos hubiese oraron con él. 

No porque tuviera alguna duda de la efectividad de su propia oración, sino porque anhelaba la calidez del interés y el apoyo de esa amistad que les unía, deseaba que sus amigos fuesen fortalecidos para afrontar un conflicto eminente. 

Quien se apesadumbró en el jardín aquella noche, aquel que creó a su propia imagen, y quien dijo: “No es bueno que el hombre esté solo” (Gén.2:18). El nos puso en cada uno de nosotros un profundo anhelo por el servicio a los demás. 

La agonía y los quejidos de la creación se originan en nuestra separación de Dios. 

No habrá tranquilidad interior en ninguno de quienes anhelamos la intimidad de amigos alejados, mientras estos amigos permanezcan fuera del círculo de Cristo. 

Nuestro Padre celestial no se avergüenza de que estemos solos y atemorizados. No necesitamos turbamos por enfrentar las mismas necesidades que El puso en nuestros corazones. El no planea radicar nuestra humanidad, sino más bien sostenerla acercándose más cada día si nosotros lo dejamos.
Maranata:
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