miércoles, 28 de febrero de 2018

LA VERDAD Y LA ABNEGACIÓN


Quien se dio a si mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras. Tito 2:14

A lo largo de mi vida, e conocido personas de todo tipo y capas sociales pobres y ricos, bien vestidos y mal vestidos. Hombres que tenían mucho pero mucho dinero y vestía humildemente. Otros eran pobres y vestían muy elegantes. 

Conocí a una chica bonita, y inteligente y muy equilibrada; conoció a un joven que le acompañaba a todas partes, este joven era un poco desaliñado. Le observe detenidamente mientra avanzaba hacia mi, yo me preguntaba que veía ella en el. 

Sera que ella veía algo que yo no veía. Esto es una baja imagen propia tiene a perpetuar circunstancias desafortunadas que parecen verificar esa evaluación de sí mismo que hace el individuo. 

¡Trágicamente, nosotros los llamados “cristianos” sucumbimos a lo mismo. Nos hacemos una idea preconcebida de las personas. 

En el bagar de nuestra mente nos preguntamos que es lo que no vemos en Dios que nos permite tener una opinión tan baja de nuestra potencialidad. 

A menudo decimos”¡ Nadie es perfecto!” Lo que queremos decir es que hemos fracasado en alcanzar determinadas normas de conducta. 

Más aun, muchos están convencidos de que nadie puede. “Solamente el poder de Cristo pudo -dicen-.

 El fue, después de todo, nuestro sustituto. ¡Hasta Dios sabía que nosotros no podíamos!” Tal manera de pensar impide el éxito. Lo que el cristiano debe de entender es la diferencia entre salvación y restauración. Lo cierto es que el cristiano no se puede salvar por sus méritos. 

El pecado no debe ser pasado por alto, sino erradicarlo. Estamos hablando acerca de la capacidad de Dios para satisfacer nuestra necesidades. Cristo era una persona totalmente abnegada. Y el ser humano no puede llegar a ser abnegado, como para espiar nuestros pecados. 

El proceso de la santificación consiste en que la gracia de Dios actúe en la voluntad humana plenamente entregada, de modo que cada vestigio de pecado pueda ser completamente eliminado de la tierra.(Rom. 3:24; 5:1; 6:19). 

El sacrificio de Cristo nos redime “de toda iniquidad”. El egoísmo es nuestro intento de procurar la integridad aparte de Dios. 

En Cristo, somos otra vez uno con Dios. Todas nuestras necesidades son satisfecha. 

El desarrollo del carácter es día a día con Cristo. Ya que el poder de por medio del Espíritu Santo para librarnos del poder seductor del pecado, y para que practiquemos hábitos de rectitud. 

Seamos “celosos de buenas obras” -¡no para ganar su favor, sino para revelar a los otros la gracia de Dios, y sean íntegros a Dios.
Maranata.
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