jueves, 1 de febrero de 2018

HAY QUE PERDER PARA SALVAR.


Todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todos los que pierdan su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará. Marc.8:35
Desde el principio de los tiempos, desde el Edén, el ser humano a pensado que tenemos la mejores ideas acerca de como cuidar de nosotros mismos, cómo satisfacer nuestras necesidades y cómo alcanzar nuestras metas. 

En medio de tanto caos, que estamos convencido de que podemos cuidarnos sin ayuda de los de más Incluso de lo que Dios mismo puede hacerlo. 

Hay jóvenes que busca alegrar su vida, en la diversiones y en la sensualidad in licita antes de confiar los métodos de Dios -más largos, más lentos, pero más satisfactorios- para alcanzar ese deseo. 

Hay jóvenes bien sea ejecutivos, maestros, científicos, incluso barrenderos. 

Y se pones metas muy elevadas que son metas muy valiosas en si mismos- para alcanzar ese deseo de superación. 
Pero para obtener este objetivo sacrifica su salud, su integridad y sus relaciones, la meta ya no es digna de él. 

Las mayores tentaciones vienen por el apetito. 

Cuando Jesús fue tentado en el desierto, no había nada erróneo en ser alimentado, ser sostenido por su Padre o ser victoriodo en su misión de reconquistar la tierra de las manos de Satanás. 

El error encerraba cada una de las tentaciones era que implicaba “atajos” hacia la menta a conseguir. 

Métodos de “hágalo usted mismo” aparte de la sabía preocupación del Padre respecto a lo que era necesario. Virtualmente cada cosa pecaminosa que hacemos tiene un motivo compresible detrás de sí: actuamos para satisfacer una legítima necesidad. 

El hombre necesita amor, placer, éxito, seguridad, satisfacción sexual, alimento y techo, y liberación del dolor. Estas necesidades no siempre son atendidas. 

Lo que hace que nuestro pecado y actos sea tan equivocados no es la necesidad en sí misma sino el hecho de que nos hemos puesto a satisfacer nuestros propios métodos en vez la de Dios. 

Por eso fracasamos Una joven se empeñaba en casarse con joven ansioso de casarse con ella, el no compartía su fe cristiana, fue aconsejada por su pastor. Final mente ella decidió dejar este asunto en manos de Dios. 

Tres meses después conoció a un joven de su misma fe, se casaron y hoy viven muy felices. El supuesto amor, el joven termino divorciándose tres veces. ¿Que hubiera pasado si esta joven se hubiese casado con ese joven? 

La respuesta ya lo sabemos. La verdadera victoria sobre el pecado, es tener confianza con aquel que es dador de la vida, En él esta la capacidad de Dios para satisfacer nuestras necesidades.

[Gracias por buestras oraciones, estoy bastante bien de los picores, aunque es proceso es lento, aun que espero con la ayuda de Dios se me corija. No se vuestras creencias, pero se que Dios os escucha. Ruego a Dios que os de su bendición. Gracias por todo].
Maranata.
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