miércoles, 25 de diciembre de 2024

LA VERDADERA HUMILDAD.

Entonces vino a Simón Pedro: y Pedro le dijo: Señor, ¿tú me lavas los pies?” Juan 13:6.

Pedro era muy impulsivo por lo tanto era lógico que se pusiera en contra de su Maestro. El temperamento fuerte muchas veces nos conduce a tomar malas decisiones. 

Jesús lo detuvo antes de que pudiese concluir lo que pensaba. Pedro no podía entender como podría sufrir su Maestro, esto era irreconciliable para su mente de pescador. 

En muchas ocasiones, nos pasa a nosotros lo mismo, cuando pretendemos imponer nuestro criterio a otros. 

En su protesta Pedro revelo su propio egoísmo, quería ser el primero en todo, destacarse entre los demás. ¿No nos pasa eso a nosotros, cuando tratamos de imponer nuestras ideas? 

Quería seguir a Jesús, pero no quería hacer su voluntad, no quería estar ligado a un método, que acabaría con sufrimiento o inclusivamente la muerte.

Los hombres y mujeres por naturaleza somos como Pedro, impulsivos, no vemos venir las consecuencias de nuestros actos; y es cuando caemos en la trampa. 

El acto de lavar los pies a tu hermano es un acto de humildad, es un reconocimiento que somos iguales ante Dios. Jesús le dijo: “El que está lavado, no necesita lavarse, solamente los pies” 

Y esto tiene su lógica, las sandalias que llevaban se manchaban de polvo y por ende los pies estaban sucios. 

Nuestro corazón esta también manchado de suciedad del pecado, y hay que limpiarlo, lavarlo con la sangre del cordero. El cuerpo esta limpio, no es necesario limpiarlo. 

La tentación viene de muchas formas, con vestidos diferentes, pero sino se lavan, cada vez estarán más sucios. 

Cristo quiere limpiarnos de nuestra inmundicia, y hacernos hijos de Dios Altísimo. 

El orgullo y el egoísmo crean disensión y odio, es por eso que Cristo quiere lavarnos no solamente los pies, sino nuestro corazón. En Pedro se opero un cambio. 

Jesús dijo: “vosotros limpios estáis” . Esto es lo que quiere hacer Cristo en nuestros corazones, si lo dejamos trabajar en él.  

Tenemos que tener entendimiento para que nuestra voluntad este sujeta a la voluntad de Cristo. Así viviremos en adelante para Cristo y no para el mundo. 

Debemos asumir nuestra responsabilidad como hijos de Dios. El que quiera ser sus discípulo tendrá que tomar su cruz y seguir a su Maestro.

MARANATA.

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