jueves, 26 de diciembre de 2024

EL CORAZÓN CODICIOSO.

Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella Gén. 3:6.

La codicia empezó en el universo, y se instalo a la tierra. Es un virus que corrompe al ser humano, porque todos somos codiciosos en menor grado o en mayor grados. 

Pero a todos nos envuelve la curiosidad de las cosas de este mundo.  Queramos admitirlo o no, somos así. 

Vemos que a través de los siglo, hay un conocimiento espurio del bien y del mal. 

Y por ende medio mundo miente al otro medio mundo. La semilla esta plantada, y solo Cristo puede plantar una semilla que perdure para la eternidad. 

Con este acto vil, la mujer robo la propiedad de Dios violando el octavo mandamiento (Exo 20:15). 

Cuando dio a su esposo la fruta, violo el sexto mandamiento (Exo 20:13), y por ende violo el primer mandamiento (20:3) porque en estima coloco a Satanás antes que a Dios. 

Antes de que comiera Adan, debería haber existido un dialogo entre Adan y Eva. Hoy ocurre lo mismo entre el mundo y los hijos de Dios. 

El egoísmo, los objetivos mundanales, son peligrosos para el alma del cristiano. 

En este mundo se presenta ideas que no están de acuerdo con los principios de Dios, que son caminos que no proceden de lo alto del que habita en la eternidad, 

sino que procede de quienes han hecho de este mundo, un mundo idolátrico de la moda, del deporte. 

Es cierto que Dios nos a dado sabiduría para distinguir entre lo que esta bien o mal. 

Pero nuestros sentidos nos inclina a hacer lo que no esta correcto en esta vida, y nos inclinamos a violar la ley de Dios. 

Dios a investido en capacidades a personas para hacer el bien en esta vida. 

Pero muchas personas viendo que se podría alcanzar los bienes terrenales, eligieron servir a este mundo, y dejar los vienes celestiales, para momentos más propicios de la vida. 

Así pierden su oportunidad de las cosas celestiales. Cuando les viene la aflicción indagan cuales son las sendas antiguas. 

Algunos se arrepiente, y regresan al primer amor y vuelven a Dios, el cual los redimió.

Adan y Eva aprendieron una lección, que nunca olvidarían. 

“El hacer tu voluntad, Dios mio, me a agradado, y tu ley está en medio de mis entrañas”.

Cristo esta a las puerta de tu corazón, escucha hoy su voz. No dejes que las cosas del mundo influya en tu vida. La gracia de Cristo nos conduce a la cruz y nos transforma. Tu decides.

MARANATA.

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