LA PROMESA ESPERADA.

“

Y he aquí, yo enviaré sobre vosotros la promesa de mi Padre: mas vosotros quedaos en la ciudad de Jerusalén hasta que seáis investido con poder de lo alto”. Lucas 24:49.

Cristo después de magnificar la ley de Dios y engrandecerla, se dispone a llevar el mensaje de salvación al mundo en que él vivía. 

Esta promesa del Padre estaba predicha desde la fundación del mundo. 

Y Cristo vino a cumplir esa promesa para los que le siguen. Jesús había hablado largamente de esta promesa a lo largo de su ministerio. Promesa que será ampliada mucho más grande que la primera. 

Cristo lo prometio, y lo cumplirá. No solamente en extensión sino en su grandeza y poder. 

El propósito de Dios a dar este don a su iglesia, es de acelerar la venida de Cristo, y al mismo tiempo a alumbrar al mundo con la verdad evangélica. ¿Lo aran? 

El Espíritu Santo debía y debe descender sobre sus discípulos. La orden de Cristo fue quedaros y meditar y orar en las cosas que a sobrevenir sobre vosotros. Advertencia que vale para nosotros.

Se extendía un campo misionero muy grande, en un mundo turbulento y malvado. La preparación para este ministerio tenía que ser obra del Espíritu Santo en ellos. 

Este “poder” los capacitaría para que fueran “testigos” eficaces. Hace 57 años que muchos esperan también esa promesa en su iglesia, para que aya una renovación espiritual dentro de ella. 

     La pregunta de Cristo es: ¿Hallara fe Dios en su pueblo? 

Vivimos tiempos en que los móviles se an metido hasta en el púlpito, y el librito negro se a dejado de lado. Triste pero es así. 

El Espíritu Santo tendrá que hacer buena limpieza en los corazones de sus hijos, como la hizo con los apóstoles en el aposento alto. 

Si el testimonio de los discípulos, fue fortalecido y hecho eficaz por el poder del Espíritu Santo, y dio como resultado la conversión de tres mil personas en un día. 

¡Cuanto más será en los últimos tiempos! Muchos abandonaran las filas y otros en gran cantidad ingresarán a la iglesia. 

Creo con sinceridad, que tienen que haber un verdadero cambio en nuestros corazones, y dejar la criticas y la envidias y los celos, si queremos tener el don del Espíritu Santo.

Si el pueblo de Dios se santifica por la obediencia a sus mandamientos, el Señor trabajara en medio de su pueblo.

MARANATA.

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