martes, 24 de noviembre de 2020

LA JACTANCIA DEL HOMBRE

Tu pues, que enseñas a otros, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que no se ha de hurtar, ¿hurtas? Tú que dices que no se ha de adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas de los ídolos, ¿cometes sacrilegio? Tú que te jactas de la ley, ¿con infracción de la ley deshonras a Dios? Romanos 2:21-23.

Puesto que los judíos se jactaban tanto de practicar la piedad y de tener una superioridad tan encumbrada, era justo y de ley que esta nación se esperara mucho más de ellos. 

Cierto es que las inconsecuencias entre sus pretensiones y la realidad de su conducta. “Dicen, y no hacen” (Mat.23:3). 

Esto es lo que ocurre con muchas religiones, que a la sazón se llaman cristianas, o de otras denominaciones, dejan morir al pobre. 

Si el mundo de Pablo estaba atestado “de injusticias y maldad” ¿No son peores estos tiempos en que vivimos? La injusticia para muchos es justicia, y la injusticia para muchos es justicia (ver, Romanos 1:29-31). 

Pablo hace referencia la palabra ¿Hurtas? Una inconsecuencia tal no era algo que había surgido recientemente entre los judíos. 

Los métodos fraudulentos de practicar los negocios que se llevaban en el templo, entre los sacerdotes y los gobernantes. 

El salmista hace alusión a ello (Sal.50:16).   La decadencia moral existía antes del salmista y proseguía después de ls apóstoles. 

Pablo hace esta referencia del adulterio como una practica normal, Pablo hace una referencia al divorcio fácil. 

Lo más curioso es que esta practica del Israel, se esta dando en la iglesia de Dios en la actualidad. Pablo en su preocupación por los pecados de los gentiles no iba a pasar por alto las malas obras de los judíos. 

Los llamados cristianos del siglo XXI, hacen exactamente lo mismo que los judíos de la edad de Pablo. Muchos se divorcia por tontadas, otros con derecho de causa. Es por eso, que es necesario la obra del Espíritu Santo en nosotros, para que haga una verdadera reforma interior y que salga por el exterior.  

Si ellos tenían leyes estrictas que gobernaban la conducta moral y aborrecían el descarrió del mundo. 

¿Cuánto no más ahora, nos hace falta comprender los consejos del espíritu de Dios? 

El reproche de Pablo también se aplica a la iglesia de hoy. “Tú que te jacta de la ley, ¿con infracción de la ley deshonramos a Dios?” 

Esto ocurre cada día tanto en la iglesia, como en lo mejor de la sociedad actual. 

Pero hay un remedio para esta enfermedad, y para una sociedad enferma: la justicia de Dios recibida mediante la fe en Cristo. 

Una renovación del corazón y de la mente. 

Unicamente la gracia de Dios puede transformar al pecador abandonado o al legalista falto de sinceridad; y esta es la gracia que se pone a nuestra disposición por medio del ministerio de Cristo en el Santuario Celestial.

MARANATA.

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