domingo, 15 de noviembre de 2020

EL CORDERO DE DIOS.

El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Juan 1:29

Era un día tranquilo en el rio del Jordan, la gente se allegaba a Juan para escuchar su palabra. De pronto Juan se fija en un hombre normal de apariencia, pero que en su rostro se divisaba la paz de Dios. 

Su porte sobresalía de la multitud, y con paso firme se adentra en las aguas del Jordan. Su rostro podría haber brillado de gloria y su aspecto haber sido de una gracia extraordinaria. 

Podría haber presentado un aspecto encantador para el que lo contemplara, pero eso no correspondería con el plan trazado en la corte de Dios. 

Debería de llevar la características de la familia humana y de la raza judía. El Hijo de Dios debía tener en todo sentido las mismas facciones de los humanos (ST. 30-7-96). 

Pero su porte era noble, Juan se percato y lleno del Espíritu Santo, dijo: He aquí el Cordero de Dios, señalando por anticipado como iba de morir. 

Desde Adan hasta la muerte de Cristo, el cordero era el símbolo del sacrificio del pueblo. 

Los hijos de Dios deberíamos presentar al mundo un carácter que hablase de Cristo y nuestro porte semejante a él. 

Nuestros hecho y palabra debería ser las suyas, si el cristiano quiere parecerse a él. 

Cristo vino para darnos un mensaje al mundo que perece. El mensaje de Juan fue directo y conciso. 

El mensaje del pueblo de Dios que guarda sus mandamientos, debe revelar el carácter de Cristo en su vida, y dar un testimonio que hagan temblar las montañas. 

El pulso profético que late en el pueblo de Dios, es el mensaje de los tres ángeles. Juan dio su mensaje a su tiempo, la venida del cordero que quita el pecado. 

El ultimátum para el mundo esta llegando a su fin, ¡si nosotros no lo hacemos!, ¡otros lo aran!. Nuestra elección es de seguir a Cristo y dar su mensaje como lo hizo Juan. 

La forma en que él vivió debe de ser el modelo de nuestra vida. 

Y al procurar así ser semejantes a él y oponer nuestra voluntad en conformidad a la suya, testificaremos de su venida.

Tenemos el privilegio de poseer el mensaje final de la reconciliación del hombre con Dios. 

Es un mensaje de esperanza que refulge a través del tiempo y el espacio. 

Cristo hace el llamado a esta humanidad, al igual que lo hizo a los judíos. Juan dio su mensaje a su tiempo, hoy nos toca a nosotros dar el nuestro. Mientras las iglesias nominales se unen para abolir la ley de Dios, como Juan debemos de amonestar a un mundo que perece y reivindicar la ley de Dios.

MARANATA.

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