domingo, 26 de julio de 2020

LA DIFERENCIA LA HACE EL HOMBRE Y NO DIOS.

Y he aquí, toda la ciudad salió a encontrar a Jesús; y cuándo le vieron, le rogaban que saliese de sus términos Mat. 8:34.
No hay mucha información sobre este hecho, cuando los gadarenos, (hoy se sigue llamando Gadara), que desciende de la tribu de Gad. 

Cuando se dividió la tierra en tiempos de Josue, la tribu de Gad se quedo en el lado equivocado del rio del Jordan. Esta tribu se dedico a la ganadería, y sobre todo a la cría de cerdos. 

Una vez que desobedecieron al Señor, el paso siguiente, no fue muy difícil de tomar. Así que ellos se quedaron en un camino equivocado y fuera de la protección divina. No anduvieron en los caminos de Jehová el Dios de Israel. 

El milagro de Jesús con los endemoniados alarmo a la población, no por el milagro, sino porque habían perdido sus ganancias con las venta de los cerdos. 

El orgullo y la arrogancia de los de Gadara, llevo a despreciar las bendiciones del cielo. Luego entendemos que el orgullo y la arrogancia van de la mano. 

No les importo las dos almas torturadas por Satanás, poseídos por ángeles malos. Estas almas se hallaban en una situación muy peligrosamente violenta, estas dos personas habían sido rechazadas por la sociedad. 

Hoy en nuestro siglo, hay personas muy violentas, sin temor a Dios, y odiando las cosas de Dios, pero que para Dios son hijos en que pueden ser salvos. 

Vivían en cuevas donde sólo mora el lobo y la carroña. Cristo vio algo que el hombre no puede apercibir, y se compadeció de ellos. 

Su aspecto no era adecuado, per con su mirada clamaron a Jesús por su liberación. Cristo ve lo interior del corazón, el hombre sólo ve lo exterior. Esa es la gran diferencia. 

“Y saliendo aquellos espíritus inmundos, entraron en los puercos” (Mar. 5:13). Lo más maravilloso de este relato, que estos hombres convertidos y convencidos dieron las buenas nuevas del milagro hecho en ellos por Jesús. 

Esto debería de ser un testimonio para cada hijo de Dios. El Señor nos limpia de la lepra del pecado, y nosotros nos vamos contentos a casa y felices. 

En nuestra vida de cristianos no damos testimonio de Aquel que nos limpio de la lepra del pecado. 

El problema de fondo de los gadarenos era que se veían confortados por sus interés materiales, pero los intereses eternos no los querían. 

Cierto es que hoy en pleno siglo XXI estamos frente al mismo conflicto y la misma naturaleza. Nuestro negocio, nuestra vida de placeres, nuestra satisfacción religiosa hace que rechacemos el llamado de Jesús. 

¿Que estamos haciendo con las preciosas horas que Cristo te ha dado? Cristo viene: ¿que estamos haciendo para Cristo?
MARANATA.
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