viernes, 3 de julio de 2020

HOMBRE DE PALABRA

Porque también yo soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mi cargo; y digo a este: Ve , y va; y al otro: Ven, y viene; y a mí siervo: Haz esto, y lo hace. Lucas 7:8.
Dentro del ejercito romano, había hombres nobles, hombres duros y compresivos. El centurión era un hombre noble y sincero, había ayudado a los judíos a construir una sinagoga ya que el gobierno central no podía o no quería. 

El centurión era un “prosélito que estaba en la puerta”, es decir, era uno que creía en la verdad de Dios y en los preceptos de la fe judía, pero que no había aceptado la circuncisión (Gén. 17:10-11). 

Por ende no practicaba los ritos rituales. Estamos ablando del primer siglo, donde había muchos millares de gentiles en el imperio Romano. 

El centurión era un hombre sincero tanto con sus soldados como con los judíos. 

Por toda Galilea y Samaria se había escuchado la voz de Jesús. 

El estaba deseoso de comprender la verdad de lo que decía Jesús, sabía que Jesús representaba la autoridad y el poder de Dios, así como el representaba el poder del Imperio Romano, así Jesús representa el poder del cielo. 

Amaba a su siervo con un afecto genuino, y estaba ansioso de pedir la ayuda a Jesús. Con autoridad mando a un emisario para notificarle que él no era digno de que Jesús entrara en su casa. 

No es de extrañar que Jesús le honrara con las más exquisitas palabra: “Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe” . Esto es una advertencia para el pueblo de Dios de los últimos días. 

Decimos que tenemos fe, pero nuestros hechos demuestra todo lo contrario. Dentro de los rasgos de carácter de este funcionario, encontramos dos características muy notables. 

A/ Tenía la certeza de que el Carpintero Nazareno poesía la misma clase de poder y autoridad que el, pero con un grado muy superior al de él. B/ No le encontró a Jesús rodeado de señales evidentes e impresionante de su divinidad o autoridad. 

No llevaba un despliegue ceremonial como autoridad divina. Cl centurión vio en Jesús la verdadera base de la autoridad divina.  “No soy digno de que entre en mi casa, di una sola palabra y mi siervo sanara”. 

La humildad de un cristiano debería ser como la de este centurión, reconociendo su indignidad ante la presencia de Dios. 

El hecho de que el centurión nunca había visto a Jesús ni había conversado con él, hacía que su fe fuera aun más notable. En esto da un ejemplo a los cristianos laodicenses. 

Seguro que el estará en los reinos de los cielos, nosotros no lo sabemos. “Ya que muchos serán llamados y pocos serán los escogidos”. La fe “se hace caminando por la senda que lleva a la eternidad”.
MARANATA.
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