viernes, 31 de julio de 2020

LA CONGOJA DEL CORAZÓN.

La congoja en el corazón del hombre lo abate; Mas la buena palabra lo alegra. Prov. 12:25.
La negligencia, la pereza ocasiona grandes problemas en la vida del hombre y mujeres ya que genera problemas e incomodidad en vez de placer y felicidad. 

Y en este problema del ser humano entra la sabiduría y la falta de modestia que en muchísimas ocasiones trae problemas al ser humano. Otras de las causa es la congoja en un corazón abatido, ya que no encuentra la paz en su corazón. 

Hace unos 4000 años era una preocupación para el hombre. Cristo reconoció esta pandemia en sus días, él dijo: “No os afanéis”. 

“Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, que habéis de comer, o qué habéis de beber, ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. 

No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido (Mat. 6:25). Salomón compuso tresmil parábolas y muchos salmos. 

El nos da la clave para que nuestro corazón este alegra y sano. 

Cierto es, que la voz y la lengua son dones dados por Dios al hombre, y si se las usa correctamente son un poder para Dios. 

Pero la parte contraria sería una deshonrara para Dios. “La buena palabra alegran al corazón”. En mi juventud, fue al colportaje a la ciudad de Badajoz, y nos acercamos a Sevilla. 

Vi en primera persona que la gente era alegre, dinámica, a pesar de las pruebas duras que pasaban; la alegría se contagiaba. 

La palabras revelan el sentimiento del corazón; ella puede ser sabor de vida para otras personas, pero también es para sabor de muerte. 

Es una espada de doble fino que tenemos en nuestra boca. Sea cual fuere la “buena palabra”, puede hacer de Dios la alabanza y el que te escuche pueda alabar a Dios. 

Quizá un amigo, un primo incluso tu hermano, a ti a que escuches su problema. ¿Cómo podemos hablar “la buena palabra” que haga brillar el sol de justicia de Cristo en tus labios. 

Las personas desanimadas necesitan contar sus problemas a una persona de confianza. Es hay donde la sabiduría que Dios te dio, la pongas en acción.

 Podemos aliviar a la persona con una palabra de esperanza, de alivio, y darle la oportunidad si no es creyente, de las grandes cosas que Dios ha hecho por ti. 

En los jardines de Sevilla España, en un día  doloroso para mí, un amigo medio tantos ánimos, me hablo de las cosas que Jesús le había hecho. 

El veía como lloraba desconsoladamente, pero nunca olvidare con que tierno amor me consoló. ¡No era mi amigo el que me consolaba! 

Era Cristo que estaba a mí lado consolándome, esta experiencia nunca se borrara de mi mente. Vosotras y vosotros podéis ser guiados por el Espíritu Santo para alegra el corazón abatido.
MARANATA.
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