domingo, 18 de junio de 2017

NOS PERJUDICAMOS A NOSOTROS MISMOS.


Mas el que peca contra mí, defrauda su alma. Prov. 8:36.
Hay otra traducción del testo y dice: “Pero apártese de mí es poner la vida en peligro” (Dios habla hoy). Si supiéramos que tenemos una enfermedad mortal buscaríamos un medico para solucionar el problema. 

Y si en su lugar usted dice: no lo necesito, y después de un periodo de tiempo, usted ya no lo necesitara. Muchas viudas y viudos cuenta su experiencia de que su cónyuge no admitieron que tenían la necesidad de un medico -para su propia salvación. 

Pero el resultado que fue demasiado tarde y la muerte llamo a su puerta. Nuestro alejamiento de Dios nos causa dolor y muerte. Conocí a un amigo en la fe, se caso con una mujer muy hermosa, se separaron, ella murió fuera de la fe; el empezó a abandonar la fe y a burlarse de algunos conceptos de su fe.
 
 Empezó a fumar y a beber, hasta que abandono la fe. Mario en un hospital de un cáncer al pulmón. El abandono a Dios. Abandono el agua de vida. No tubo sed de beber del manantial. Esto nos puede ocurrir a nosotros también. Satanás es el padre de la mentira y es muy convincente, y nos hace dudar de nuestro maravilloso Dios.  

El dice cuando pecamos, Dios se enoja. Que si no vivimos a la altura que Dios espera, nos destruirá. Si Dios quisiera destruirnos de cierto lo aria. La clave es no dejar los consejos que Dios nos da, ser fiel hasta la muerte y yo te daré la corona de justicia. Dios actúa con la mayor integridad. 

No arroja sobre Satanás ninguna culpa artificial. No lo somete a una disciplina arbitraria. No lo somete a una disciplina arbitraria. Si miramos con cuidado, aun descubrimos una definida cortesía de parte de Dios a Satanás. El tendrá su paga al final del juicio investigador. 

El tiempo corre en contra de el y con los que le siguen. Dios nunca cambia. Hemos nacido en un territorio enemigo. “¡Están condenados!”, grita Satanás con diabólica irritación. Con una delicada ternura Dios nos cuenta la historia completa. Nos cuenta cómo nacimos con una relación quebrantada con Él, pero sus sentimientos hacía una raza caída siempre ha sido de paz y sanidad. 

“Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis” (Jer. 29:11). 

El Dios de amor nos dice cual es nuestra condición. Nuestra separación de El nos perjudicaría. Dios no nos castiga hiriéndonos. 

Nos lastimamos como consecuencia de nuestra separación de Aquel que es la fuente de agua viva, la más solicitada, la más veraz, leal, estimulante, innovadora y animadora que tenemos en la vida. 

Tiene sentido el estar de acuerdo con él ya que nos lleva a un camino de santificación a través de la Cruz. Esta justificación la comenzamos cuando tomamos la decisión de seguir sus pasos. Dios está dispuesto a darnos gratis el perdón y la santificación, sin precio. Ese es el amor del Padre.
Maranata.
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