domingo, 4 de junio de 2017

CAMINANDO CON EL ESPÍRITU DEDIOS.


Señor, delante de ti están todos mis deseos, y mi suspiro no te es oculto”. Sal, 38:9 Primera parte.  
Empezamos un nuevo periodo de matutinas, espero con la ayuda de Dios y la ayuda del Espíritu Santo podamos ser edificados para gloria de Dios.
Ya que estamos cerca de los grandes acontecimientos, y sabemos que las naciones se están airando. Quisiera que esta nueva campaña de matutinas sea una experiencia para nuestra vidas. 

A lo largo de vivida siempre crecido con la idea de que la mayor necesidad que yo tengo, es de recibir el Espíritu Santo para que el pueda transformar mi vida. A lo largo del camino cristiano, e visto la mano bondadosa de mi Dios. 

Hizo me cruzar el mar Atlántico y el mediterráneo, todo gracias a una oración que hice a mi Dios cuando tenia 21 años. El camino no fue un camino de rosas, también había espinos y cardos. Ingrese en las fuerzas Armada de mi país, como jefe de carros de combate. 

Cuando salí del ejercito, me fui a la ciudad de Zaragoza. Fueron dos años duros y tristes. En esa bella ciudad, donde conocí el Evangelio. Estuve comportando para ir al seminario de Valencia y ganarme una beca. Pero los caminos de Dios, no son los nuestros. 

Conocí a pastores buenos, y otros mejor no hablar. En esos tres años de la etapa de mi vida, vi la manos de mi Dios. Siempre estaba con migo. Pero Dios tenia que arregla unas cuantas cosas con migo, había algunas cosas que dejar y otras que aprender. 


9 Am. De la maña, a cuarenta Km. de Sevilla, y a ciento ochenta y nueve de 189 Km. Cerca de Merida. Un cortijo andaluz, una chopera aire fresco y un tronco de árbol entre dos arboles. Estaba “yo solo” Yo no estaba solo, ya que mis ojos no veía a los ángeles que me custodiaban. 

Fueron horas angustiosa, llore como un niño llora, cuando quiere que su madre le proteja. Durante horas estuve cantando salmos. Recuerdo que avía tres en partícula que recuerdo. El salmo 23, 38, 51, Este último rasgo mi corazón. 

Llore y llore sin parar pidiendo el perdón. Recuerdo que la brisa acariciaba mi rostro. Eran un días de 38 grados, pero en esos árboles estaba la presencia de Dios y la brisa se mezclaban por mis ojos llenos de lagrimas. 

El Espíritu Santo no me dejaba, y aun esta a mi lado porque él sabe que lo necesito más que ha nada de este mundo. El tiempo corría, pero yo no podía moverme de ese lugar, hasta la tener la certeza de su perdón y de su ayuda hasta que fuera al descanso.
Maranata.
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