martes, 20 de junio de 2017

jESÚS VINO PARA DARNOS PERDÓN.


Sabed, pues, esto, varones hermanos: que por medio de él se os anuncia perdón de pecados, y que de todo aquello de que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en él es justificado todo aquel que cree. Hechos 13:38, 39.
Jesús no bino para negociar el perdón; vino para anunciarlo. Jesús no dijo: “Te perdonaré si crees en mi”. En cambio dijo: “Yo soy perdonador; ¿no quieres creer en mí?” Jesús vino ha esta tierra afín de proclamar “nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo” (Luc. 2:10). 

La nueva nueva no es que yo soy perdonado, sino que Dios es perdonador. Los ángeles no dijeron que las buenas nuevas eran sólo para los creyentes, sino para todo el pueblo, aun más para aquellos que no eran de su pueblo. Desafortunadamente, no todos creerán en las buenas nuevas. 

Pero las buenas nuevas no han cambiado, y creemos en ellas. En Cristo, Dios anunció el perdón para todos los pueblos. Los que se pierdan no tendrán escusa, no porque Dios no lo haya ofrecido el perdón, sino porque ellos no han aceptado el sacrificio de Cristo ni su perdón. No podemos confiar en algo condicional si nosotros no tenemos que crear esa condiciones. 
Si Dios hubiera dicho: “te perdonaré si crees en mí”, comenzaríamos a medir la cantidad de fe, y luego dudaríamos si tenemos fe suficiente. En cambio, si Dios dijera: “Yo soy, por naturaleza, perdonador; no puedo dejar de perdonar así como no puedo dejar de amar”, tendríamos una base sólida para nuestra confianza. 

Entonces, creyendo en El, confiando en el perdón incondicional que ofrece, no tendríamos ya necesidad de de rebelarnos otra vez. Uno de los momentos clave del ministerio de Cristo, lo encontramos en la cruz. Cuando Jesús clamó desde la cruz: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Luc. 23:34), no estaba implorando al Padre algo que El no tuviera dispuesto a hacer. 

 Estaba anunciando públicamente todos los que quisieran oírlo que el Padre es perdonador. Y el espera que aquellos crueles soldados que estaban atravesando sus manos en los clavos escucharan el mensaje, pues algún día llegarían a darse cuenta cabal de lo habían hecho. 

Y mientras estuvieran abrumados por la idea de que habían clavado al Creador quería que ya hubiera oído las buenas nuevas de salvación: “Están perdonados”. El tiempo sera testigo, y si alguno de esos soldados se hubiesen arrepentido, estará en el cielo en la segunda venida de Cristo. 

 ¿Qué podría liberarnos más de las preocupaciones egoístas que la seguridad de que nuestra mayor necesidad, la libertad de la pena de muerte, ya ha sido satisfecha en la cruz de Cristo.
Maranata.
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(Oren por mi enfermedad, es muy delicada) 

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