miércoles, 10 de septiembre de 2014

PLENAMENTE SALVADOS.


Pero cuando se manifieste la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo. Tito. 3:4,5.

Este conocido pasaje presenta un lazo estrechamente vinculado a la justificación y la santificación. ¡Qué maravillosa salvación tienen los creyentes en Cristo! Pablo apreciaba cada día más a Jesús, y reconocía que todo lo bueno que había hecho o pudiera hacer era el resultado de la salvación obtenida en Cristo.

La justificación y la santificación, como experiencia, son inseparables. Podemos separarlos teológicamente, pero en la vida no puedes sentir verdaderamente el amor de Dios revelado en la cruz sin unirte con Pablo, tembloroso y asombrado, para exclamar: “¿Qué quieres que hagas?” (Hech. 9:6).

Se percibe un delicado equilibrio en todos los escritos de Pablo cuando se refiere al tema de la justificación y la santificación. Por ejemplo, en Romanos 3:28, declara: “Concluimos, pues, que el hombre es justificado por la fe sin las obras de la ley”, pero inmediatamente agrega: “¿Luego por la fe invalidamos la ley?
En ninguna manera, sino que confirmamos la ley” (vers 31).

En los capítulos cuatro y cinco de Romanos, el tema de Pablo es la justificación por la fe. Los capítulos seis y siete y ocho ponen de manifiesto los lógicos resultados de la compresión y la aceptación de la justificación mediante los méritos de Cristo.

El resultado aparece resumido en Romanos 6:22: “Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin la vida
eterna”. 

Pablo manifiesta de nuevo este equilibrio en Efesios 2:8, 9, cuando habla de la justificación por la fe, y enseguida nos dice en el versículo 10: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”.
Puesto que Cristo es el todo y esta en todos, no es una verdad; es la verdad. No es un camino; es el camino. 

No es una puerta; es la puerta.   En Cristo hay salvación plena para el hombre en su totalidad; una salvación que se recibe sólo por fe en él, porque él es el único y todopoderoso Salvador. ¡Alabemos su santo nombre!
Promesa.
La oración mueve el brazo de la Omnipotencia. El que manda a las estrellas en su orden en el firmamento, cuya palabra domina a todo el mar, el mismo Creador infinito, obrará en favor de sus hijos si le invocan con fe”. (2JT. 153).
Maranata.
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La Biblia a través del tiempo
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