miércoles, 17 de septiembre de 2014

LA FE Y LAS PRUEBAS.


Por lo cual también contiene las Escrituras; He aquí, pongo en Sión la principal piedra de angulo, escogida, preciosa; y el que creyese en él, no sera avergonzado. Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen, la piedra que los edificadores desecharon, ha venido a ser la cabeza del ángulo. 1º Ped. 1: 6,7,


Pedro escribió esta carta a ciertos cristianos que estaban pasando grandes dificultades por causa de su fe, en el seno de la sociedad a la cual pertenecía. Ningún cristiano mucho menos los discípulos, pueden evitar el sufrimiento en la época de la iglesia primitiva.

Pablo se estaba refiriendo a las pruebas, chascos de su tiempo y más cuando era tiempos de persecución por parte de Nerón, la iglesia estaba pasando por una prueba terrible. Pablo la llama “leve tribulación momentánea” , para poner énfasis en su naturaleza transitoria (2º Cor. 4:17). Pedro expreso un concepto similar cuando dijo: “Por un poco de tiempo”.

Si Dios no viera algo precioso en nosotros, no permitiría que pasáramos por pruebas. Ya que las pruebas purifica el alma y no perdería el tiempo en refinarnos. Los herreros no ponen plomo en la fragua, sino el hierro y acero.
El Señor permite que su pueblo entre en contacto con el fuego de la aflicción, puesto que para él su fe es más precioso que el oro.

La referencia de Pedro al oro en el Nuevo Testamento se complementa con la que encontramos en Malaquías 3:3, donde se presenta a Dios como a un orfebre junto a un crisol mientras
observa cuidadosamente lo que esta ocurriendo.

Toma un trozo de mineral aurífero, repleto de impurezas y lo pone en el crisol. Sometido a un intenso calor, el mineral se funde y las impurezas flotan en la superficie desde donde se las extrae. La repetición de este proceso permite finalmente que el orfebre vea su rostro reflejado en la superficie purificada del oro liquido.

Esa es la prueba final. Después se aparta el oro del fuego. Es una bella ilustración de como tiene que quedar el cristiano antes de que Cristo aparezca en las nubes. El orgullo, la arrogancia, la envidia, la critica y un largo ezetera, tiene que pasar por el fuego consumidor de las pruebas y dificultades de la vida.

El ideal de Dios para sus hijos es la semejanza a Cristo. Por lo tanto, durante este proceso purificador, no contemplamos ni el calor ni las impurezas que flotan en torno de nosotros, sino más bien el rostro de Aquel que se inclina para vernos.

Nos observa cuidadosamente con el fin de ver su rostro reflejado en nosotros. Cuando nuestro Señor Vuelva, todas las pruebas y perplejidades que hayamos pasado y soportado se reducirán a la insignificancia. Por eso Pedro nos dice que si nuestra fe se mantiene fuerte, debe ser “hallada en la alabanza, gloria y honrra cuando sea manifestado Jesucristo. (1º Ped. 1:79.
Maranata.
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La Biblia a través del tiempo
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