miércoles, 9 de febrero de 2022

PUESTOS LOS OJOS EN JESÚS.

Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de Él sufrió la cruz, menospreciando  la vergüenza, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Hebreos 12:2.

Cada creyente en Cristo debe de mantener su mirada en la cruz. Y así obtener la gracia y la fortaleza para vencer cada dificultad y soportar las inclemencias de nuestra vida. 

Es peligroso apartar los ojos de Jesús aunque sea por un momento, como le sucedió a Pedro en el mar de Galilea. 

Jóvenes y no tan jóvenes que yo conozca, han apartado sus ojos de Cristo, y con el tiempo se olvidaron de Jesús. 

Hoy día estamos pasando por una crisis de lealtad a Jesús, tanto jóvenes como adultos. Esto está predicho en la palabra de Dios y en sus testimonios. 

Mantener “Puestos los ojos en Jesús” es sostener una relación continua con Aquel que es la fuente de todo poder, con Aquel que puede fortalecernos cada momento de nuestra vida. 

Con una vista panorámica vio los frutos de sus sacrificio. Vio el día cuando en ningún lugar de su creación existiría criaturas perseguidas por el miedo a ser torturadas por creer él. 

A lo largo de la historia de la humanidad, todos los hombres y mujeres, en su interior sabía la existencia de un Dios. 

No era necesario ser cristianos, pues Dios implantó en los corazones de sus hijos, la existencia de un Dios de amor. Luego nadie tiene escusa ante su Creador. 

La obra de la justificación es apenas el comienzo de una vida cristiana. Cristo es el gran médico, puede curar cualquier enfermedad que tenga el hombre. 

Mediante su fortaleza debemos conquistar victorias tras victorias sobre los pecados que nos asedian. La fe debe de ser un principio activo en nuestra vida cada día. 

No importa cual grande sea el oleaje, Pedro cuando intento caminar sobre las olas del mar de Galilea, las olas agitadas por el viento, le apartaron de la mirada de Jesús, y se hundía, hasta que buscó auxilio en Jesús. 

Mirando a la cruz, podemos decir que fue la fe quien salvó a Pedro. Cristo vió los resultados por la fe en su Padre, lo que le dió fuerza para soportar el oprobio y la ignominia de la cruz. 

Cristo “sufrió el tormento de la cruz” para que pudiéramos tener fortaleza para soportar nuestros conflictos individuales con los poderes de las tinieblas. 

El más débil de su hijos, puede ser un David contra goliat. “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. 

Cristo puede curarnos de la lepra del pecado, no importa cuál negro sea, Cristo lo dejará más blanco que la nieve. 

Como Pablo podemos considerar todas las cosas terrenales como pérdida por el gozo inefable de conocer a Cristo Jesús como nuestro Señor.

MARANATA.

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