martes, 1 de febrero de 2022

LA MENTIRA Y SUS CONSECUENCIAS.

Entonces Rebeca habló a Jacob su hijo, diciendo: He aquí yo he oído a tu padre que hablaba con Esaú tu hermano, diciendo... Tráeme caza y hazme un guisado. . .antes que yo muera Gén.27: 6-7.

Todos sabemos que nos mentimos los uno a los otros, y esto a la larga nos traerá problemas. 

Tenemos muchos ejemplos en la Biblia, de personas que han sufrido a causa de las mentiras. 

En una de mis matutinas, dije: que medio mundo miente a la otra mitad del mundo. Y por causa de estas mentiras, se fomentan las guerras, el odio, y la envidia. 

En Europa es un ejemplo vivo para el mundo. Vivimos dos guerras, sin contar las guerras que mantuvo el Imperio Romano en la Hispania romana, y la Edad Media. 

Todo por la envidia y la mentira. Rebeca una mujer que miraba más por su hijo Isaac que por Esaú. Pero la pregunta es: ¿Qué motivó para que ella mantuviese ese proceder?

Sabía que su esposo no cambiaría de parecer, y que la decisión que había tomado no era la correcta. Para ella, Dios se había equivocado, y necesitaba una ayuda. 

Así que tomó carta en el asunto. ¿Cuantas veces cometemos el mismos error que Rebeca? Queremos hacer las cosas a nuestra manera sin contar con el consejo de Dios. 

La crisis que vio Rebeca en su mente fue a la larga, perjudicial para su hijo, y para ella fue la separación de su hijo amado. 

Procuro convencerse a sí misma que los medios que usaba justificaba su proceder. Muchos cristianos quiere ayudar a Dios, en algunos asuntos de la vida. 

Pero los medios no justifica el fin. Muchas veces no dejamos a Dios obrar en nosotros, ni en mi hermano el cual está delante de mí. 

Cuando los hombres y mujeres proceden en una forma que no está de acuerdo con la más estricta normas de justicia, se oscurece nuestro necio corazones. 

Lo blanco parece negro y lo injusto parece correcto. Y siempre que que Dios ha dicho claramente que es injusto parece ser correcto, el poder hipnótico del tentador es completo. (Gén 3:6; Roma. 1:21-22; Isa.. 5:20; Miq. 3:6. 

Estos textos llevan toda la razón. Tenemos que depender más de Dios, no dejar de orar, seamos como Daniel. 

Sus propios deseos (Rebeca) no santificados la convirtieron en una fácil víctima de los ardides del tentador. 

Rebeca no miro al Señor su Dios, no oró para pedir sabiduría ni dirección en este asunto. 

A todos los que tantean para sentir la mano guiadora de Dios, el momento de mayor desaliento es cuando más cerca está la ayuda divina. “Sabe el Señor librar de tentación a los píos.” Rebeca no tuvo en cuenta esta promesa. ¿Pero la tenemos nosotros?

MARANATA.

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