sábado, 26 de febrero de 2022

EL DERRAMAMIENTO DEL ESPÍRITU.

Esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mí Espíritu sobre toda carne. Hech 2:16-17. Y Joel 2:28

Dios a través de su profeta Joel, predijo ciertos eventos que pasarían antes de su venida. El primer derramamiento del Espíritu Santo fue en Pentecostés en el aposento alto. 

Esta profecía era parcial en los días de los apóstoles. Siglos después los niños Holandeses empezaron a predicar la Biblia a los viandantes, Dios derramó su Espíritu sobre los niños. 

Muchas personas escucharon a los niños, mientra las iglesias estaban vacías. Eran tiempos muy difíciles, para un cristiano. 

La corrupción moral estaba por los suelos, los ejemplos que veían en su dirigentes no era lo que predicaban un cristiano. 

La inmoralidad, la corrupción, y la impiedad, estaba a la orden del día. El amor por el ser humano había desaparecido, y la pobreza era más pronunciada cada vez más. 

Dios derramó su Espíritu sobre hombre que estaban dispuestos a morir por Cristo. Wesley predicador incansable, daba testimonio de su fe en las plazas y en las escuelas. 

La palabra de Dios se expandía y el Espíritu de Dios tocaba los corazones. Si la “lluvia temprana” fue derramada en tiempos apostólicos, su cosecha llegó hasta nuestros días. 

La luz del Evangelio llegó a los corazones más sensibles de la humanidad. Hoy estamos viviendo en tiempos muy difíciles para el ser humano. 

Es tiempo de reflexionar, tiempo de oración y de ayuno. Los apóstoles estuvieron diez días de estudio, ayuno y oración, y de consagración, estaban listos para recibir el Espíritu Santo. 

El tiempo está más cerca de lo que pensamos, cuando se ha de manifestar aún más evidente el derramamiento del Espíritu de Dios. 

Insto a que oremos más a menudo, dependamos de nuestro Señor Jesucristo y estudiemos más su palabra. 

Él derramará de tal manera su Espíritu sobre su pueblo, que este se convertirá en una luz en medio de la oscuridad moral que existe hoy en el mundo. 

 Los discípulos habían de realizar su obra en el nombre de Cristo. 

Todas las palabras y hechos habían de llamar la atención al poder vital de su nombre para salvar a los pecadores. 

Su fe habría de concentrarse en Aquel que es la fuente de la misericordia y el poder. Hoy la iglesia tiene una tarea mayor que la de los discípulos en Jerusalén. 

No sólo es el proclamar el evangelio, sino dar el ejemplo que Cristo dio en su época al mundo conocido. Entonces el Espíritu Santo se derramara sobre su pueblo.

MARANATA.

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