Durante todo el misterio del profeta Jeremías vemos que el profeta consuela a su pueblo.
El profeta afirma al pueblo que el amor de Dios se extendió a sus padres y aún se extenderá a ellos, porque su amor es eterno. Dios tenía grandes planes para su pueblo, pero los suyos creían que él los había olvidado.
Hoy en nuestro siglo, muchos dicen que Dios les a olvidado, porque no les van las cosas como a ellos quieren. Dios nos hace una pregunta:
¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para compadecerse del hijo de su vientre? ¿Se olvidará Dios de sus promesas a su pueblo? Aunque se olvide ella, yo nunca me olvidare de ti.
Como seres humanos reconocemos que muchas mujeres abandona a sus hijos, por muchos motivos. Sin embargo, a pesar de ello, Dios nos asegura que nunca nos abandonara.
El amor de una madre es el amor más grande conocido por la raza humana.
Isaías quiere ilustrarnos que el amor de Dios es más grande que de una madre.
Oseas nos dice:”Con cuerdas humanas los atraje, con cuerdas de amor; y fui para ellos como que alcanza el yugo de sobre su cerviz, y puse delante de ellos la comida (Ose.11:4).
¿Te a faltado comida en la mesa? Dios cuida de toda nuestras necesidades, y nos da más de lo que merecemos. Dios a extendido sobre su pueblo “lazos de amor”
El amor no es ciego, el amor nos ata a Dios. Las cuerdas del amor humano son muy diferentes a la de nuestro Dios. Dios no nos fuerza nuestra voluntad, nos deja libres, pero su amor por nosotros pasará las fronteras de este mundo.
No nos ata con cadenas, ni anillos de hierro, sino que nos atrae por medios razonables, ejercitando nuestra inteligencia y despertando nuestros afectos.
Dios nos atrae a él de una manera adecuada a la dignidad de nuestra naturaleza, pues fuimos hechos a la imagen de Dios.
Cristo nos atrae con cuerdas humanas cuando se hizo hombre y vivió y se sacrifico por amor del hombre.
Durante seis milenios, Dios ha contemplado a la humanidad con ojos de amor.
A pesar del rechazo del hombre, Dios ha seguido amándonos, porque su amor lo ha impulsado a seguir amando lo que merece ser amado. Por eso dio a su Hijo, para que mediante ese Don fuésemos llevados hacía él.
MARANATA.
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