martes, 28 de diciembre de 2021

0EL LLAMADO.

Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tu? Génesis 3:9

Adán, siempre había dado la bienvenida a Dios cuando le visitaba, pero esta vez se ocultó. 

¿Que le dictaba su conciencia o que le acusaba? 

Por mucho que se escondiera, en lo más profundo del bosque, no podría evadirse de la presencia de Dios. 

Fue Dios en esta ocasión que llamó a Adán, no ignoraba dónde se había escondido de su presencia. 

El propósito de Dios era que confesara su pecado y que se diese cuenta de la gravedad de el. 

Adán procuró ocultar el pecado detrás de su sentimiento de vergüenza a verse desnudo y haciendo creer a Dios que se ocultaba porque estaba desnudo. 

Su comprensión de la enormidad de su pecado era más aguda que la de los pecados mismos. Aquí, por primera vez, somos testigos, que la confusión entre el pecado y el castigo, que caracteriza al hombre en su estado caído. 

El hombre no regenerado siente lo mismo que sintió Adán. El cristiano sincero sentimos lo mismo, aunque estemos bautizados. 

Siente la consecuencia del pecado, y como este lo va degenerando. El hombre siempre pone excusas ante el pecado. 

Pero lo más grave, es aquel que no se siente culpable por la acción mala que a cometido.Por desgracia hay muchos cristianos que siente lo mismo. 

Que todavía no han sido regenerados por la gracia divina. ¿Cómo lo sabemos? Porque siempre caemos en los mismos pecados. 

No hay un abandono de ellos. Son pocos los que aprecian o aprovechan debidamente el precioso privilegio de la oración. Debemos ir a Jesús y explicarle todas nuestras necesidades. 

Adán comprendió esto cuando fue expulsado del Edén. Podemos presentar nuestra pequeñas cuitas y perplejidades, como también nuestras dificultades mayores. 

Debemos llevar al Señor en humilde oración cualquier cosa que suscite para perturbarnos o angustiarnos: 

Cuando sintamos que necesitamos la presencia de Cristo a cada paso, Satanás tendrá poca oportunidad de introducir sus tentaciones. 

Si Adán hubiese buscado refugio en Dios cuando Eva cayó, el mundo no estaría hoy como está en nuestros días. 

Dios nos abre una puerta que nadie puede cerrar. 

Cristo es esa puerta, y todos los que la traspasan encontrará el refugio adecuado para su corazón caído. Tenemos que presentar a Cristo nuestra necesidades en humilde oración. 

La oración nos eleva hasta el trono de la gracia. Cristo nos aseguró que nuestras oraciones serían escuchadas y atendidas conforme a su voluntad.

MARANATA.

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