sábado, 18 de diciembre de 2021

SE NOS REPITE LA PROMESA.

Y se le apareció Jehová, y le dijo: No desciendas a Egipto; habita en la tierra que yo te diré. Por cuanto oyó Abraham mi voz, y guardó mis precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes. Gén 26:2, 5.

Cuando los hijos de Dios obedece a su conciencia, les desvían de los deberes que Dios les ha dado. En este caso Jehová le apareció a Isaac. 

Esta era la primera vez que Dios se revela a Isaac. Le fue repetida la misma promesa que a Abrahán. 

La fidelidad a Dios es el resultado de una vida dedicada a su servicio. 

La obediencia del padre es presentada como la razón para las bendiciones que vendría sobre los hijos de Dios. 

La promesa es implícita pues llevando una conducta similar a la que llevó Abrahán, traerá bendiciones a los hijos de Dios. 

Pablo lo expresa muy bien en Romanos 4:21-5. Fue perfeccionada por su obediencia (Sant. 2:21-23). 

Lo que Dios desea de sus hijos en este siglo, es lo mismo que le pidió a la santa pareja en el Edén: perfecta obediencia a sus mandatos. 

Los hijos de Dios son libres, pueden elegir su camino. Dios no los coacciona. 

Su ley es inmutable en todos los siglos. Creo con sinceridad, que la confianza y la obediencia son inseparables la una de la otra. 

Dios le da una razón a de peso Isaac, pues cada vez que Dios daba una orden a Abrahán, este obedecía sin demora. 

La fe en Cristo que salva el alma no es lo que presentan muchos. Muchos presenta “Cree, cree-es su amor-; solamente cree en Cristo y será salvo. Eso es todo lo que tienes que hacer”.

La verdadera fe confía plenamente en Cristo para la salvación, pero al mismo tiempo inducirá a una perfecta conformidad con la ley de Dios


La fe es la condición que Dios ha visto conveniente para prometer el perdón, no porque haya virtud alguna en la fe por la cual se merezca la salvación,

la fe puede aferrarse a los méritos de Cristo, es el remedio proporcionado para el pecador.

Oyó Abrahán mi voz. Isaac también oyó la voz de Dios, y por fe y obediencia a su ley, le fue conducido a la tierra prometida. 

La fe no es el fundamento de nuestra salvación, sino la gran bendición: el ojo que ve, el oído que oye, los pies que corre, la mano que se aferra, es el medio, no el fin. 

Por fe Isaac miró a Cristo que daría su vida por los pecadores, y el se aferro a ella. 

Cometió errores sí, pero se aferró a las promesas dadas a Abraham su padre. No olvidemos que la fe no es un sentimiento, son dos cosas distintas. La fe no depende de los sentimientos. 

Isaac clamó a Dios con fe, y fue escuchado, aunque tenía sentimientos. El se apoyaba en lo que Dios le decía, y su fe se afianzaba.

MARANATA.

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