lunes, 20 de diciembre de 2021

EÑ CRISTIANO RICO.

Porque tu dices: Yo soy rico, y me he enriquecido. . . y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por tanto, yo te aconsejo que de mi compres oro refinado en fuego. Apocalipsis 3:17-18.

Hace muchos años que me contaron una historia de un minero. Corría el año 1888, había una furia por buscar oro, así que mucha gente pobres sin recursos empezaron a buscar oro. 

Se cuenta que atravesando el desierto se encontraron con un hombre muerto. En sus enseres encontraron una carta que decía: He “muerto rico”. 

Lo triste de la historia es que en esa bolsa sólo había pepitas de cobre, llamada el “oro del necio”. Todos los que profesan el cristianismo Laodicense, son comparados a este minero, que busca las ricas vetas de oro del cielo. 

Pero quieren buscar el oro terrenal, y con este objetivo pierden de vista lo que es de más valor. Nuestro orgullo producido por una prosperidad temporal, dejamos de vista la espiritual. 

Las riquezas no son malas en si, bien administradas pueden ser una bendición, ya que con ellas podemos ayudar al más necesitado. 

Hay hombres ricos que son pobres, y hombres pobres que son ricos. 

Los cristianos pobres en bienes terrenales; se siente ricos en bienes espirituales; sin embargo, se parece a un antiguo filósofo griego que orgullosamente proclamaba su “humildad” usando un vestido desgarrador.

El orgullo que les produce su pretendida espiritualidad, brilla a través de los agujeros de sus vestiduras. 

El conocimiento de importantes verdades que sólo se han albergado intelectualmente, pero que no permite que impregna el alma, lleva al orgullo espiritual y la intolerancia religiosa. 

Así es definida la iglesia de laodicea. Esta iglesia no tienen ninguna necesidad, es el colmo de la jactancia. 

Este engreimiento dentro de la iglesia es fatal, porque el Espíritu de Dios nunca entra donde no se siente necesidad de su presencia; sin esa presencia es imposible que haya un cambio en nuestra vida. 

La necesidad de la iglesia, es un cambio mediante el Espíritu Santo en nuestra vida. Sin ese cambio el creyente estará muerto espiritualmente. 

Es por eso que el cristiano sea refinado por el fuego, pues antes a que quemar toda la escoria, para que el oro sea puro. 

Esta es la gran obra del Espíritu Santo en nosotros, si lo dejamos obrar. (Sat. 1:2-5; Job 23:10). 

Antes que Nuestro Señor venga en las nubes, debe de haber un cambio en nosotros como verdaderos cristianos. Y dicho cambio se efectuará a través del Espíritu Santo.

MARANATA.

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