jueves, 23 de septiembre de 2021

LA CONFESIÓN DE UN PECADOR.

Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Confesaré, dije, contra mí mis rebeliones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado. Salmo 32: 5.

Foto de Sensación Rural.

Esta es la última matutina de esta serie. Doy gracias a mi Dios por la sabiduría que me ha concedido, y a vosotros por leerla. Espero que os haya puesto más cerca de nuestro Dios. 

Para mí ha sido una bendición, Pues a lo largo de este caminar, he tenido experiencias con el Señor, que os la e contado. 

La matutina de hoy es algo especial en cuanto a su contenido. Es el amor de Dios y su perdón en acción. Es el pecado de David, y la misericordia de Dios. 

Muchos cristianos parecen preocupados más por obtener el perdón que por apartarse de los pecados de este mundo. 

Lucha y confiesa cada día sus pecados, lo que sin duda es nobleza de su parte; pero es un sistema antiguo, desfasado ya que este sistema no tiene mérito si cada confesión que hagamos no va acompañada de un alojamiento del pecado. 

Las grandes batallas se gana de rodillas dijo Lutero. El alojamiento debe de ser continuo, ganando cada batalla con la ayuda de Dios. 

“La justicia de Cristo no cubrirá ningún pecado acariciado”. (PVGM 257). Antes de poder recibir este precioso don ---la justicia de Cristo--- deben desecharse las viejas inclinaciones hacia el mal heredado y cultivado. 

Así lo hizo David, y por esto obtuvo el perdón de su gran pecado: aborreció el pecado del cual era culpable (CC 27-29). “La confesión es buena para el alma”. 

Muy a menudo esta punzante verdad se usa descuidadamente y sin darle el verdadero sentido de la palabra, pero la confesión es, sin lugar a dudas, es buena para nuestras almas. 

David reconoció su pecado y sintió alivio en su corazón. Hay muchos jóvenes, adultos, y mayores, que aún ocultan pecados en su corazón, ese pecado acariciado si no se aparta de él, será su ruina. 

No tendrá la paz en su corazón. Digo esto por experiencia propia. Hoy siento paz en mi corazón como la sintió David. 

Creo con sinceridad, que la gente que no está lo suficientemente cerca de Dios como para abrir su corazón y confesar sus mas íntimos secretos, está caminando en la cuerda floja. 

El espíritu Santo toca las cuerdas sensibles del ser humano para que vea su peligrosidad. 

El cristiano sincero jamás intentará reservar u ocultar su pecado. Cuando los ha cometido, y lo reconoce su corazón se quebranta bajo su peso. 

Lo más hermoso de un cristiano convertido es tener una comunicación con el cielo, como lo tenía Daniel. Esto es una advertencia “para mi” y Para ti, tú tienes que tomar tu decisión. Fin de esta serie de Matutinas. Os estoy muy agradecido, Bendición para todos.

MARANATA.+

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