viernes, 7 de julio de 2017

PEDIR Y ESPERAR

 No tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Santiago. 4:2
Una de las experiencias más dolorosas en la vida es tener a su disposición exactamente lo que un ser amado necesita, pero que éste no nos pide. 

Peor todavía es ser rechazado cuando le ofrecemos gratuitamente el elemento o el servicio. De cualquier forma, uno se duele más por ello que por uno mismo, sabiendo que tendrán que arreglárselas sin aquello que desea. Dios anhela que le pidamos todo lo que necesitamos o deseamos si es su voluntad. 

En las formas más cortés nos hace saber que está bien capacitado para satisfacernos completamente. Cuando no pedimos, nos recuerda con tristeza divina que no tenemos, sencillamente porque no hemos pedido. ¿Jugamos juegos mentales con nosotros mismos? 

¿Hemos llegado a sentir que la invitación de Dios es más para probar nuestras almas que por las respuestas tangibles que están disponibles? 

¿Sentimos una especie de éxtasis espiritual en “tener fe” mientras “esperamos en el Señor”, aunque realmente no esperamos una respuesta? 

Esta clase de experiencia atribuye más valor a la prueba por sí misma que a la persona probada. Tales conceptos, albergados abiertamente o sólo en lo más recóndito de un corazón que duda, arrojan una sombra perjudicial sobre nuestro Padre celestial. ¿Deberíamos esperar respuestas? 

¿Por que nuestro razonable Dios nos jugaría una mala pasada? El es muy directo. Cuanto más conocemos a Dios, tanto más probable es que nuestros pedidos estén en armonía con su sabiduría. Y tanto más podemos estar seguro de que la realidad estará a la altura de las expectativas. 

Creer que Dios nos dará lo que le pidamos puede hacernos sentir vulnerables. Sólo cuando sabemos que El se deleita en darnos respuestas tangibles, tales sentimientos pueden ser reemplazados por una gozosa expectativa. 

No hay méritos en el acto de creer. Nuestra esperanza reside solamente en Aquel en quien creemos. 

Y pedir sin una esperanza real de recibirlo es una burla a Aquel a quien dirigimos nuestros pedidos. 
No pedir es tal vez la declaración más fuerte que podamos hacer de nuestra duda acerca de la bondad de Dios y su disposición a tratar con nosotros en forma realista. 

Tal vez Dios desea que lo probemos a El más que lo que El desea probarnos. Al probar aA Dios, descubriremos que es absolutamente confiable y maravillosamente práctico. Su amor por el hombre es infinito.
Maranata.
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