lunes, 10 de julio de 2017

LA GRAN BATALLA CONTRA EL YO.


Por todos murió, para que los que vivan, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucito por ellos. (2 Corintos 5:15).
Se ha dicho que la batalla contra el yo es la batalla más difícil que el hombre o el cristiano tiene que afrontar en esta vida. Pero dr vuelve más violenta y más difícil todavía porque no comprende la naturaleza de la batalla. 

Lo cierto es que tienen un nivel muy visible -el conflicto contra los deseos de la carne, El deseo de los ojos, y la soberbia de la vida- hay otras dimensiones mucho más sutiles que han constituido la ciada de muchos cristianos. Muchos la vemos como una lucha constante y una de las más peligrosas es el egoísmo, la envidia como tal. 

En esta batalla, debemos de conseguir que nuestro yo no haga más cosas egoístas, ni tengamos pensamientos egoístas. Y cuando fracasamos en lograrlo, nos aplasta la culpabilidad. El desear los primeros puesto en nuestra iglesia, o en nuestro trabajo, pisando a los demás a cualquier coste, es la prueba de que no hemos cambiado nuestro carácter. 

Sólo Dios y nosotros sabemos en nuestro interior si hemos avanzado en nuestra lucha. Si percibimos en nuestro interior que Dios nos ha perdonado y aceptamos, encontraré la búsqueda del perdón y será la meta de toda mi obras, el foco de toda mi religión. 

Mi preocupación por lo que Dios piensa de mí (en lugar de lo que el mundo piensa de Dios) será el sabor de mi vida espiritual. Así, que el yo es el objeto de mi atención, en vez de serlo de Jesucristo. Esta variación de la batalla contra el yo es tan sutil porque suena piadosa. Podemos aun informar de nuestro progreso en las reuniones de oración, y hacerlas el centro de una interminable angustia privada. 

Pero esto sólo oscurecerá el hecho de que el “yo” sigue siendo el motivo reinante de mi vida. La única cura para esta forma básica de egoísmo es aceptar completamente que Dios ya me ha dado realmente lo que más ansío: su amor, su perdón y su aceptación incondicional. 

Este regalo no es una recompensa por mi realización, sino una efusión de su carácter mismo. Habiendo recibido como regalo lo que antes ansiaba ganar, estoy liberado de mi yo – y e sido liberado por Cristo. 
Así se destruye el egoísmo, la soberbia etc. Contemplar el seguro mensaje de la cruz es decirme a mí mismo que ya no necesito vivir para mí mismo, sino que puedo vivir para Aquel que murió a fin de satisfacer todas mis necesidades. 

¡Puedo vivir para gloria de Dios! Tal vez la verdadera batalla contra el yo es la batalla más dura que el hombre a librado,es la batalla por creer -¡creer que al fin Dios es un Dios de amor y donde hay amor hay perdón. Ese es nuestro Dios, un Dios de amor.
Os pido que oréis por mi. Tegon una alergia que me ataca todo el cuerpo y los ojos, y no tengo ganas de hacer nada. Os ruego humildemente que oréis por mi, para que siga haciendo esta obra. Que Dios os bendiga.
Maranata:
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