Ella le dijo: Ninguno, Señor.
Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete y no peques más.
Juan 8:11.
Las nuevas de que había un
profeta en Israel se extendió por todas las parte de Galilea y de
Judá. Esta mujer había oido hablas de Jesus y de sus enseñanzas. No se menciona el nombre de la mujer, pero todos sabemos quien es.
Si esto fuera cierto, ella había oído algunas de sus predicaciones,
es por eso que ella le llamo “Señor” con un significado muy
profundo, en reconocimiento de que era él Hijo de Dios. Notemos que
ella no intentó defenderse.
Tampoco pidió perdón. La advertencia
que Cristo la da a la mujer, se convierte en una advertencia para su
pueblo. Otro mensaje que nos da Dios al hombre es:
“No envió Dios
a su Hijo al mundo para condenarlo , sino para salvar al mundo por
él” Hasta la trémula mujer llegaron las palabras de Jesús como bálsamo refrigerante a su corazón.
La misericordia de Dios llego en
las palabras de Jesús.
El grupo de fariseos y de los escribas, estaban presenciando tal maravillosa escena de perdón.
El grupo de fariseos y de los escribas, estaban presenciando tal maravillosa escena de perdón.
Sintieron que
estaba en la presencia de un Dios bondadoso. Cierto es que la ley de
Moisés demandaba a a tales personas se la lapidara, según la
Mishnah: pero ellos guardaron silencio.
Pero en presencia de todos,
estaba aquel que hizo la ley, y conocía las maquinaciones de los
fariseos. “Este hecho debería de ser un ejemplo para el pueblo de
Dios que se dice guardan los mandamientos de Dios”.
La critica es
muy destructiva y daña al hermano que se aparta de la iglesia. Esa
sangre caerá sobre nuestras cabezas, ya que muchos han dejado la
iglesia por nuestra culpa.
No sabemos perdonar y rectificar, al igual
que los fariseos y saduceos. Cristo es la luz del mundo, así como la
afirmación de Jesús de que él es el agua viva.
Jesús quería
darle otra oportunidad a la mujer, vete y no peques más. Jesús le
indicó cual era su mayor necesidad : el abandono inmediato de su
pecado.
Su arrepentimiento debía ser honrado y sincero. No sólo
debía pensar por su pecado; debía apartarse de él. A la vista de
Dios es completamente inútil el arrepentimiento que consiste nada
más que en sentimientos, palabras, deseos, esperanzas.
Hasta que el
hombre no deje de hacer el mal y se apartan de sus pecados, no se ha
arrepentido realmente. (Sal. 32:1, 6; 1º Juan.1:7,9.).
Esto es una
advertencia para los cristianos sinceros, muchos se arrepiente, de
labios, y por algún tiempo dejan de cometer el pecado, pero a la
larga se cansa y vuelve al mismo estado de antes.
La gran verdad es
que Cristo perdona nuestros pecados, con la interrogante de que todos
debemos de dejar de pecar.
MARANATA.
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